Por mucho coronavirus que haya no entiendo cómo los telediarios, sin fútbol, pueden seguir durando una hora. Que el balón no bote es una noticia que rueda en sí misma. Pero ocupa pocos minutos. No hay duda de que la vida nos está metiendo un gol. Y aquí estamos, fuera de juego, calmando el hambre de balompié viendo de madrugada en canales temáticos partidos épicos y legendarios o no tanto. Partidos también de andar por casa. Hay algo bello y de gran plasticidad en un antiguo match visto sin voz en la madrugada y con las luces apagadas. Pero despierto, claro. Parece un ballet, un afán anticuado, un combate sordo pero bello. Las camisetas llevan publicidades de marcas que ya no existen. Refrescos que no tuvieron éxito, extraños nombres de relojes o leche, de concesionarios de coches. Incluso publicidad de ciudades, como ese 'Marbella' escrito en azul que lució en era gilística la elástica colchonera. Partidos en estadios que fueron demolidos, como el viejo Atocha o el Calderón.

Puedes cambiar también tu mono futbolero viendo entrevistas a futbolistas. Que acierten a decir algo interesante. La de Valdano a Iñaki Willians la han emitido tantas veces que ya me sé la vida de Willians, que es un saber útil pero poco práctico, tal vez un saber para exhibir en una sobremesa o en una columna o en un concurso sobre vidas futbolístas, que si son como la de Joaquín, el del Betis, son la de un cachondo. Anda uno estos días leyendo la vida de Jacinto Miquelarena, que fundó en Bilbao durante el franquismo el 'Excelsior', tenido como el primer diario deportivo que hubo en España. Algunas de sus crónicas, como las de tantos grandes cronistas, hicieron más afición al fútbol que muchos goles y partidos.

Decía un director que tuve que lo más aburrido del mundo es una corrida de toros aburrida. A mi parecer, hay que cambiar la palabra toros por la palabra fútbol. Bueno, y corrida. Por partido. Ya parece que van a volver los balompedistas al tajo, al entreno y al rondo.

Volverán las noticias del esguince de fulanito o las sesudas declaraciones de algunos directivos o entrenadores, ya saben «el fútbol es así». Y que siga siéndolo mucho tiempo, que estamos ayunos de la cierta emoción que nos proporciona la Liga, sustituida ahora tristemente por esa competición entre provincias a ver cuál asciende a la siguiente fase de la desescalada, cuál juega la promoción, cuál queda en Segunda. Esperemos que el árbitro sea imparcial. O al menos que le ocurra como a los buenos: que pase inadvertido.