"El sol se alzó lentamente. Como si no estuviera seguro de que el esfuerzo valiera la pena..." Hay dos virus ahí fuera: el Covid-19 y el Hambre-20. Salir a la calle y batirse en duelo con el primero es la única manera de luchar contra el segundo. La frase solar del inicio es de Therry Pratchet, un querido escritor de ciencia ficción del que hace cinco años de su muerte. Pratchet ideó un lugar, Mundodisco, que se convirtió en planeta habitable para los lectores de las cuarenta novelas ambientadas en semejante mundo. Allí, a veces, sale el sol así, como si no valiese la pena. Mundodisco es un lugar divertido y trágico, poéticamente absurdo, aunque muy real en su irrealidad, como sólo podía serlo un disco plano sostenido sobre la espalda de cuatro elefantes que viajan por el espacio a lomos de una excepcional tortuga llamada Gran A'Tuin. Aquí vuelve a llover, parece.

Contagio

Por qué no cesa este goteo incesante. Madrid, por ejemplo, epicentro del desgarro humano por la pandemia viral en España, ha vuelto a tener este jueves el doble de los contagiados que el jueves anterior y diez fallecidos más por coronavirus: 48. Ya no queda gente casi a la que preguntárselo. ¿Por qué y de dónde esta lluvia luctuosa? Una lluvia que cala más en la conciencia de unos que de otros. Más de 26.000 que de pronto ya no están, en sólo apenas dos meses. Me da pena decir muertos, sin más, sabiendo que no se han llevado, ninguno, ni un beso ni una caricia ni una mano agarrada de los suyos. Por culpa de su eficacísima capacidad de contagio este virus provoca ese daño colateral. Deja solos a quienes vence y con un vacío de irracional culpabilidad a quienes no pudieron acompañarles ni velarles como todo ser querido merece. Pero la pregunta no muere: Si llevábamos 50 días confinados y el país medio parado, ¿cómo se siguen produciendo tantos contagios -que se sepan, sólo los que están siendo testados cada día- y por qué sigue muriendo toda esa gente todavía?

Hambre-20

Resulta comprensible que la tasa de contagios haya bajado hasta los decimales adecuados para la estadística médica. También que la de curados respecto a los ingresados haya dado el anhelado sorpasso. Pero es que hemos estado casi dos meses encerrados como conejos. Era lo esperable, por tanto. Para eso nos confinamos, para frenar la velocidad del contagio. Sin embargo, hemos vuelto a la calle aún sin vacuna y con demasiadas interrogantes. Una de ellas es la todavía preocupante actividad viral en número de contagios detectados diarios y aún en la cifra de fallecidos. Nos debe quedar claro que no hemos salido a la calle para vivir al sol si no para revivir la actividad económica, o sea, para que el Hambre-20 no nos haga tanto daño como el Covid-19. Pero entre tanta duda no podemos dudar de una certeza: el bicho sigue ahí fuera.

UME

Por eso parece razonable, y no otra novela de Mundodisco, ese informe interno del ejército que ha visto la luz. Puede resultar extraño que los militares anden en estas cosas, pero quienes no dejan de desinfectar la patria, operación Balmis adelante, también deben armarse de información para pertrecharse y prever cuándo y dónde tienen que apuntar la manguera de la lejía a presión contra el virus. Las conclusiones del informe apuntan a que no habrá vacunas en breve, que se esperan dos rebrotes este año y que serán claves aplicaciones para los teléfonos móviles para frenar la expansión. No me parece mal hablar de qué grupos se van a contratar para que actúen en la Feria de Málaga. Quizá también la ciudad se soporte sobre cuatro espetos de sardinas en el espacio y éstos, a su vez, sobre la nuca de un turista gigante con la espalda quemada por el sol. Un sol que en estos días de pandemia que jamás habríamos creído sale como si no estuviera seguro de que el esfuerzo valiera la pena.

Margarita

Tras hablar con la prestigiosa y sincera viróloga Margarita del Val, una de esos investigadores que jamás dejaron de ser clave, una de esos científicos que dice que no sabe cuando no sabe pero que dice lo que sí sabe, aunque no nos guste o nos convenga lo que dice saber, acepté con serena tristeza que estamos en un jodido charco, sí, pero del que podemos salir. Porque sólo dependemos de nosotros mismos para hacerlo. El virus nos ama y nos teme. Ese cachito invisible y tenaz de ARN no es nada si no se acopla a nuestras células para expandirse. Tampoco si le cerramos esa puerta. Su eficacia para hacerlo con éxito está probada. Nos toca ahora demostrar la nuestra. Nos toca demostrar como sociedad y como individuos -cada uno de nosotros podemos ser un traidor o un escudo- que podemos mejorarlo todo. Empezando por subir la ratio de camas de UCI -con sus respiradores- y de agudos, la protección de nuestros sanitarios, el apoyo a los investigadores, la solidaridad con quienes se han descolgado y no consiguen trabajo, volver a creer, en definitiva, que otro mundo mejor es posible. Con la mascarilla puesta y en defensa propia... porque hoy es sábado