La falta de solidaridad entre los países miembros, puesta una vez de manifiesto durante esta pandemia, no augura nada bueno para el futuro de la Unión Europea, como nos advierte el ya nonagenario expresidente de la Comisión Jacques Delors.

En los cinco últimos años no se ha creado en la eurozona ninguna institución capaz de gestionar con eficacia la política económica y financiera común, como podría haber sido la propuesta francesa, rechazada, entre otros por Alemania, de un ministro de Finanzas del Eurogrupo.

Los gobiernos de Alemania y Holanda, sumados a otros como el finlandés o el austriaco, no parecen relacionar la crisis económica con déficits estructurales de la UE sino que las atribuyen al fracaso político en la contención del gasto por parte de los países del Sur, que es también un fracaso moral desde su óptica calvinista.

De ahí que no quieran hacerse mínimamente corresponsables de la falta de previsión y los derroches, que atribuyen exclusivamente a los países mediterráneos, como ocurrió en su día cuando todos dejaron en la estacada a Grecia.

Su principal argumento es que no se puede en ningún caso compartir los riesgos financieros en los que incurran las naciones del sur sin controlar al mismo tiempo el gasto, es decir, sin imponerles condiciones.

El ministro holandés de Finanzas, el cristianodemócrata Wopke Hoekstra, llegó a sugerir que se investigase por qué los países mediterráneos habían demostrado estar tan poco preparados frente a la pandemia del Covid-19.

¿Se habrá visto mayor desfachatez cuando son precisamente las políticas económicas impuestas desde el norte, aunque -reconozcámoslo- aceptadas por los gobiernos conservadores del sur, consistentes en privatizaciones y recortes, las que dejaron casi en cueros a tantos sistemas sanitarios?

Así, por ejemplo, en Italia se eliminaron desde el 2009 hasta el 2017 más de 46.000 empleos en el sector de la salud, de modo que ahora el país europeo, junto al Reino Unido, más castigado por la pandemia dispone actualmente de 5,8 sanitarios por cada mil habitantes frente a los 12,9 de Alemania.

Lo mismo ocurre con las camas en las unidades de cuidados intensivos: al comenzar la pandemia había en Italia, según el diario Il Corriere della Sera, sólo 8,6 por 100.000 habitantes frente a 33,9 en Alemania.

Nueve Estados de la Unión Europea, y no sólo los países del sur, sino también entre ellos Bélgica, Luxemburgo y el más importante, Francia, reclaman ahora líneas de crédito para sus empresas en dificultades y proponen los llamados coronabonos para poder paliar los efectos económicos de la crisis sanitaria.

Argumentan que con esos bonos, equivalentes a una responsabilidad compartida, podrían pedirse créditos avalados en todo momento con la solvencia de los países más potentes como Alemania sin que subiese la prima de riesgo, es decir sin tener que pagar por ellos intereses más elevados.

Como explica el Financial Times, mientras los países del euro no compartan entre sí los riesgos, los inversores tendrán siempre en cuenta el riesgo país en cada una de sus decisiones, lo que no hará sino perpetuar la crisis económica.

Alemania y sus socios del norte parecen, sin embargo, considerar que basta con los mecanismos ya existentes como el de estabilidad europea, que se creó precisamente durante la anterior crisis económica y financiera, para hacer frente a situaciones de emergencia.

Pero, en opinión de muchos expertos, ese mecanismo no dispone de medios suficientes para la reconstrucción de economías del tamaño de la italiana y la española en circunstancias tan calamitosas como las provocadas por el coronavirus.

Algunos economistas, entre ellos Michael Hüther, director del Instituto de la Economía Alemana, de Colonia, arguyen que lo que necesitan urgentemente esos países son multimillonarias transferencias financieras que les permitan reactivar sus dañadas economías sin aumentar la deuda nacional: en una palabra, eurobonos.

Los países del euro asumirían conjuntamente créditos que se repartirían de forma que beneficiasen a las economías de los países más golpeados por la crisis como son España e Italia. Con lo cual se contribuiría a la estabilización de toda la eurozona.

Porque lo que lo que, en su desconfianza y su egoísmo, parecen olvidar con demasiada frecuencia los países del Norte, es que su prosperidad depende de sus exportaciones y que éstas a su vez dependen en buena medida de la prosperidad y demanda de los del sur.

La insolidaridad de algunos gobiernos, más preocupados por el aumento del populismo nacionalista de extrema derecha que por el futuro de Europa, puede acabar con el proyecto común europeo precisamente cuando es más necesario que nunca. ¡Tomen todos nota!