Sin bufé de desayuno, qué aliciente tendrá viajar. Sin bufé, a causa del coronavirus, despidámonos de que vengan a hacer turismo ingleses y alemanes, que invanden las bandejas como si fueran llanuras de la vieja Europa, dejando fuego y cenizas y si acaso la cáscara de alguna naranja, un trozo de churro y tres magdalenas mordisqueadas. Yo creo que cuando un inglés nace ya está pensando en el bufé del desayuno de los hoteles españoles.

-Señora ha tenido usted una niña preciosa.

-Mamá, coge otro plato de croquetas.

El inglés o inglesa va luego haciéndose mayor y no para de soñar con el bufé. Quiere ser un provechoso médico o arquitecto, un honorable economista o un reputado político pero sobre todo quiere amortizar el bufé, hincharse, ponerse morado, jalar como si no hubiera un pasado mañana y no tener que gastar ya en todo el día ni en el almuerzo ni en la cena. Ni en la merienda. Se dan incluso casos clínicos de gente obsesionada con que haya no solo bufé a la hora del desayuno si no también a la hora de cenar. Les enseñan el folleto sobre España y les da igual que sea Benalmádena, Ibiza, Tenerife o Alicante. Ellos lo que quieren es que el bufé tenga hotel. Que repongan todo rápido y que no falte, sobre todo, lo mismo que desayunan en casa. Experimentos los mínimos, pero bacon todo el que haga falta y hace falta mucho, máxime si la noche ha sido movidita, bien regada de cerveza y si se tiene un cuerpo de unos kilates que hay que llenar cada día de combustible. Entre la cuarentena obligada al que llega a España, norma promulgada ayer, el pobreterío que tenemos encima, las prohibiciones o recomendaciones, como en Alemania, de no viajar, etc. no va a venir nadie a ningún sitio. Eso sí, para cuando esto pase y se relaje, el verano de 2021, por ejemplo, habrá una gran hambre de viaje. Y de bufé. La vida no es un bufé libre y a veces te sirve un plato que nos ha pedido. Puede ser un dulce agradable o algo que no te apetece y te jode la existencia. El bufé es la gran metáfora: suspendido el tiempo (estás de vacaciones), suspendidas las obligaciones y habiendo pagado ya, se te da la oportunidad de ser Dios. O sea, de elegir. Es decir, de salvar a este o al otro. Queremos decir, a ése huevo frito o tal embutido, a este café y a aquel té con leche, a estos huevos revueltos y a este tomate en rodajas y no a este otro. El plato como arca de Noé. Cosa del pasado.