Os expongo una reflexión que me he hecho, y me hago, con cierta frecuencia en mi vida, me acompaña en diversas situaciones y trances por las que uno va caminando. Es más conviene no olvidar (yo al menos no la olvido) y que en estos momentos de crisis viene bien recordar.

Bueno, voy a explicarme : No se trata de sacar ventaja de situaciones como las que está viviendo nuestro país (el mundo en general), ni se trata de criticar a nuestro presidente, gobernantes, representantes sociales , políticos ,etc... Es más, quiero manifestar esta reflexión de forma positiva y sin acritud.

Se trata de una cuestión de responsabilidad. Hace años, concretamente en el 2015, decidí presentarme como candidato a la alcaldía de mi pueblo, Cártama para más señas. Nunca antes había estado afiliado a nada, ni había sido político, ni militante de nada , de nada de nada... (es más, quiero aclarar que mi sustento lo sigo ganando por mi profesión de abogado, fuera de la política. Esto es para los malos pensantes y los ‘haters’).

Volviendo al asunto. Un día del año 2015, en época previa a las elecciones municipales , fui con uno de mis compañeros de mi recién estrenada afiliación política ( de Ciudadanos, para más señas) a realizarme las fotos que colocaríamos en los carteles electorales ; pues mi amigo y compañero de partido tenía un pequeño estudio que nos permitía hacernos las foto.

Ese día , como en otras ocasiones y circunstancias de mi vida , volví a sentir lo que yo llamo «un ataque de responsabilidad», era como un golpe de pánico y ganas de salir corriendo. Todo candidato lleva en su mente ganar, para eso se presenta ; y yo no lo era menos aunque consciente de mis posibilidades . Y pensé: ¿cómo me vería siendo yo el alcalde de mi pueblo? ¡Ahí, justo ahí, es cuando me golpea la responsabilidad y se hace presente!

Yo me preguntaba: «Marce, siendo difícil controlar y ser responsable de tus propios actos ¿cómo lo sería siéndolo de todas las personas que estén a tu cargo, bajo tu gobierno o que directa o indirectamente dependan de tus decisiones y de sus decisiones?» No me digais que no da vértigo.

No se trata solo de que sea difícil controlar a personas nombradas o designadas por uno mismo. La situación se complica cuando se trata de decisiones que toman otras personas; la mayoría de las veces ni designadas por ti pero bajo tu responsabilidad . Pues, una acción del ‘último mono’, (permítanme la expresión), de un determinado departamento, puede tener consecuencias insospechadas. Si la cosa es leve, basta con depurar responsabilidades y sillas. Si la cosa es grave, todo se complica. Pues el responsable siempre eres tú (como debe ser). Se trata de eso, de responsabilidad. La responsabilidad tiene dos facetas, una positiva y otra negativa. Es claro que cuando todo va bien es fácil asumirla. Pero, ¿y cuándo va mal? Pues tiene que ser igual.

A esta última lección faltaron la mayoría de nuestros políticos; para ser justos, la mayoría de nuestros gobernantes, presidentes de Gobierno, de CCAA, alcaldes, etc... (que no es igual que la mayoría de los políticos). Se es responsable también cuando las cosas no salen bien y aun cuando se haya obrado correctamente. Bajando al mundo real que nos toca vivir, es cierto que vivimos una pandemia, crisis... como quieran llamarlo, que nunca ha ocurrido antes, al menos en estos términos. Esto hace difícil encontrar patrones o medidas que nos ayuden a saber cómo actuar, cómo comportarnos, cómo gobernar, legislar, etc. Pero, al mismo tiempo, es una crisis global. Todos y digo todos, la estamos padeciendo. Toda la Humanidad. Lo cual, permite compararnos.

No quiero relatar posibles errores de gestión (mentiras, tardanza en actuar, etc), porque son asuntos opinables y subjetivos. Puede ser mi opinión frente a otras distintas. Lo admito. Pero los datos no son opinables y son claros. Y tan solo me importa un dato y me sobra lo demás: el de los fallecidos.

España es el primer país del mundo con fallecidos por millón de habitantes y con mayor contagio de nuestros sanitarios ( y si no lo lo es a la hora de escribir esto, está al menos en el podium de los tres primeros). Y aquí es donde debe aparecer de nuevo la responsabilidad.

Siguiendo un relato ‘buenista’ y evitando ser destructivo (porque esa es otra, ahora el ‘relato’ tiene que ser buenista y hay que cuidarlo mucho... manda huevos), está claro que nuestros resultados no son buenos y por tanto nuestra gestión no ha sido buena. Dicho positivamente: Vamos a pensar que se han tomado las medidas que nuestro presidente, presidentes de CCAA, alcaldes ‘saben tomar’, las mejores que ellos conocen. Pues bien, siendo las mejores (que saben tomar) se revelan insuficientes. No digo que esté mal, digo que otras, están mejor.

Y aquí de nuevo, el problema de nuestros políticos, de nuestros gobernantes: Creen que ya no hay responsabilidad. Piensan que si hacen lo que saben, como mejor saben y con las mejores de las intenciones, pues entonces no hay responsabilidad: error, craso error.

La responsabilidad está siempre, aunque tus iniciativas sean bienintencionadas y las mejores que tu capacidad te otorgó. Al ser insuficientes, por comparación, eres responsable. El problema, es que asumir un cargo, una función, etc, implica una responsabilidad. El matiz es que en la mayoría de situaciones la cosa va bien, ‘mola’, y es fácil así asumir la responsabilidad. La clave es cuando la cosa va mal, cuando ya ‘no mola’; y sobre todo cuando el resultado no es el adecuado, a pesar de creer haber actuado bien. Nuestros políticos , gran parte de ellos, creen que están exentos en este último caso. Pues no, se trata de responsabilidad, señor presidente. Entiendo que algunos por incompetencia, ignorancia o falta de vergüenza (que es peor) no asumen esa responsabilidad. Pero eso no implica que no lo haya. Ante esto, solo caben tres opciones: La primera y más digna es asumir esa responsabilidad, manifestarla y dimitir. Y los demás, con este espíritu constructivo y ‘buenista’, tenemos que aplaudir al que se va, dándole gracias por los servicios prestados. (Se podría actuar más cruelmente, pero no va conmigo y no conduce a nada). Pero si esto no fuese suficiente y nuestro gobernante no dimite, hay una segunda opción: que la iniciativa la tomen los demás, la oposición. Es ella, la oposición, la que debe expulsar al responsable (si no dimite) sin esgrimir diferencias ideológicas, ni estrategias porque el objetivo debe ser, por ahora, común y único: la salud de los españoles, la salud de España. Para eso es necesaria tener una oposición con valores y con una clara concepción de la responsabilidad, mejor que la del que no dimite. Si no, estamos perdidos. Bueno, no, queda una tercera opción: que la iniciativa la tomen los demás, el pueblo, los ciudadanos.

Somos nosotros, en este caso, ante el fracaso de las dos opciones primeras, los que tenemos cada 4 años, la facultad de asumir el mando y hacer valer esa responsabilidad que un país, que España, se merece. Es cierto que es cada 4 años (podíamos discutir sobre esto, aunque a mí no me parece mal este distanciamiento en el tiempo), pero tenemos esa opción. En nuestra contra está que somos un país de poca memoria (muy poca memoria) y piel gruesa (muy gruesa).

Si esta tercera opción falla, no me queda más remedio que decir que tenemos los gobernantes que nos merecemos y que son un reflejo de los que somos los españoles en su mayoría.

No olvidemos que hemos sido una Nación grande, que hemos dado grandes gobernantes. Ellos han sido reflejo de cada uno de nosotros. Así lo dice la Historia. Pero hemos tenido gobernantes mediocres, porque hemos sido un país mediocre (no hay que tener miedo a reconocerlo).

Para ser justos, es cierto que todo gobernante debe tener, salvo casos excepcionales y este puede ser uno, un plazo de 4 años. Este es su periodo de gracia, donde algo que se inicia torcido puede terminar enderezado, y con un balance positivo al final. Aunque también es cierto que ‘lo que mal empieza, mal acaba’.

En conclusión , no se debe perder la esperanza (yo no la pierdo) porque al final todo dependerá de nosotros. No somos mediocres, se trata de responsabilidad.

Marcelino Marcos es concejal de Ciudadanos en el Ayuntamiento de Cártama y abogado