El británico Evelyn Waugh, el autor de «Brideshead Revisited», llegó a Sevilla en marzo de 1929. Lo cuenta en «Labels», un delicioso libro de viajes. La ciudad andaluza era su penúltima escala a bordo de un buque noruego, el Stella Maris. Muy apreciado en aquella época por los viajeros más exigentes. Habían zarpado de Gibraltar. Según él, la colonia le había parecido un lugar siniestro, solo soportable gracias al romántico pequeño cementerio de la Roca. En el que se dio cristiana sepultura a los restos de los marineros ingleses que cayeron en la batalla de Trafalgar. Cuando fondearon en el último trecho navegable del Guadalquivir, ya en Sevilla, Waugh se dio cuenta de que él, que siempre odiaba los superlativos, había estado a punto de proclamar que Sevilla era el lugar más hermoso del mundo.

El Hotel Alfonso XIII abrió sus puertas el año anterior. Este bellísimo y singular hotel es, hasta el día de hoy, propiedad del Ayuntamiento de Sevilla. Era y sigue siendo una joya. Su construcción duró 12 años. Fue inaugurado el 28 de abril de 1928 por Sus Majestades los Reyes Don Alfonso XIII y Doña Victoria Eugenia. Fue aquel espléndido hotel creación del arquitecto sevillano don José Espiau y Muñoz. Sería el alojamiento ideal para albergar a los visitantes que desde toda España y desde la América de habla hispana llegarían a Sevilla para la Exposición Iberoamericana de 1929. Ya había llamado el Hotel Alfonso XIII la atención de los editores de la Baedekers, la legendaria guía de viajes alemana, la Biblia indispensable de muchos viajeros de aquellos tiempos. En la edición de 1929 de «Spanien und Portugal» ya mencionaban con respeto a este deslumbrante nuevo hotel, una obra de arte, levantado en los confines meridionales de Europa. Informaba la Baedekers que el establecimiento, de muy alto nivel, disponía de 300 habitaciones, de las que 250 tenían baño privado. Los precios de las habitaciones oscilaban entre las 30 y 60 pesetas diarias. Obviamente era un hotel de gran calidad y con precios en consonancia. Ahora tiene 151 habitaciones (de las que 34 son suites). Y los precios siguen estando en consonancia con la calidad del establecimiento. Los sevillanos, siempre orgullosos de su hotel, lo siguen llamando «el Alfonso». Aunque durante la Segunda República las autoridades republicanas decidieron rebautizarlo como el Andalucía Palace.

Ya en tiempos más cercanos, el Alfonso XIII era descrito así en una reciente edición de la guía Michelin: «Emana majestuosidad y resulta realmente sorprendente, pues atesora arcos, arabescos, mosaicos€ Encontrará unas magníficas zonas nobles y varios tipos de habitaciones, destacando las suites.» Nada que objetar. El hotel ha ido evolucionando con inteligencia y sensatez. En la actualidad lo gestiona The Luxury Collection, la división de hoteles excepcionales de una conocida cadena hotelera internacional. No hace muchos años hicieron una importante renovación. No puedo opinar sobre ésta, ya que no la he visto.

Uno de los grandes directores que tuvo el Alfonso XIII fue mi buen amigo don Antonio Lopera y López de Priego. Siempre fue un incondicional de la Costa del Sol y de Marbella, en la que inauguró uno de sus grandes hoteles, el Puente Romano. Gloriosa creación - como lo fuera el mítico Marbella Club - del príncipe Alfonso de Hohenlohe. Dirigió don Antonio con buen temple y mejor magisterio algunos de los grandes hoteles de España. Entre ellos, el Villa Magna de Madrid. De eso doy fe. Tuve el honor de dirigirlo, años después, siguiendo la aguja de marear que dejó don Antonio. Un ilustre «maestro de sevillanía», el periodista don Antonio Burgos, lo dijo mucho mejor que yo: «Don Antonio Lopera y López de Priego, el sevillano con planta de senador americano por Dakota, que dirigió el Hotel Alfonso XIII y recibió en nombre de la ciudad a Grace Kelly, a La Begum, a Jacqueline Kennedy, a medio Gotha y a cuarto y mitad de Naciones Unidas...»