Isabel Díaz Ayuso lleva el camino vital de su antecesora en la presidencia de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes. Negarlo todo, dar enrevesadas explicaciones, y hacer de la mentira, repetida una y mil veces, verdad. A Cristina Cifuentes le costó el cargo y algo más en lo personal y en lo político porque perdió el habeas que, ahora, Casado sí le da a Isabel Díaz Ayuso, al fin y al cabo, es su creación personal, quizás la más arriesgada y no va dejarla al pie de los caballos, sino todo lo contrario. Para Casado, la presidenta de Madrid representa, ni más ni menos, que el venerado icono, salvador de la pandemia en su comunidad. Y que nadie la apee del burro por mucho que los datos reales le desmientan una y mil veces. Desde que se iniciara la pandemia el PP ha querido convertir el modelo de gestión de Díaz Ayuso en ariete con que socavar la credibilidad de Sánchez, sin importarle las consecuencias, ser la Comunidad con más muertes y Casado sabe que si Díaz Ayuso es derribada o se va por el cerco político y mediático a que está sometida, el principal perdedor sería el mismo, quedando su proyecto a la intemperie y sometido a presiones de aquellos que aún confían que el PP no circule por los derroteros que le vienen marcados por los ultras de su partido y por el permanente aliento de Aznar y sus pretorianos ideológicos. Se impone, pues, que desde el Gobierno madrileño se den explicaciones claras y convincentes, con la transparencia que requiere una situación de esta índole. Que hayan cesado a funcionario medio como si tuviera toda la culpa del embrollo con el alquiler y contrato con Room Mate, no es suficiente. Y lo que te rondaré morena porque esta comedia frívola, ligera y hasta picante, basada en equívocos no ha concluido.

Queda por saber qué hará Inés Arrimadas y su partido, nacido para luchar contra la corrupción. No parece, sin embargo, que le vayan a dejar caer ni haya moción de censura en el horizonte. De todo este entramado, que huele a sucio, no pocos políticos, y muchos ellos con cargos en el PP, han sacado la conclusión de que a Isabel Díaz Ayuso le viene grande, pero que muy grande, ser presidenta de Madrid, incapaz para gestionar no sólo ya la pandemia, sino la gestión más directa, sin una ley que llevarse a la boca, con una Asamblea que vegeta y un Gobierno sumido en las promesas y ajeno a la realidad. Pero el PP está tranquilo. La reunión de Casado con Arrimadas va por ese camino. Nada se romperá y Cs seguirá dando su apoyo al PP allí donde gobiernan. Díaz Ayuso, en encuestas solventes, ha conocido que su popularidad ha bajado nada menos que 20 puntos, mientras que el alcalde de Madrid, también del PP, sube de forma notoria. Dos formas de gobernar.

Madrid, donde gobierna la derecha con el apoyo cómplice y mamporrero de la ultraderecha, o sea Vox, asiste asombrado a la barra libre en que cada tarde se convierte el barrio de Salamanca donde la ultraderecha tiene sentados sus reales. Están en su derecho de poner a caer del burro a Pedro Sánchez, empecinado como está el presidente del Gobierno en salvar vidas, por encima de quienes de forma suicida apuestan por la economía. Lo que es lamentable es que unos pocos, muy pocos, obtusos y alitongados kamikazes de la ultraderecha, palos de golf incluidos, se empeñen poner en peligro a miles de ciudadanos. Y lo que es peor, que quienes han hecho de los métodos dictatoriales franquistas su forma de vida y pensar, quieran dar lecciones de democracia y libertad. Y eso no lo traga nadie. La frivolidad y ligereza, rayana en lo increíble, con que actúa Isabel Díaz Ayuso alentando este tipo de manifestaciones demuestra su manifiesta incapacidad para entender lo que está pasando y aún es más grave que en la Asamblea madrileña, sin recato alguno, pasando a la ofensiva, tal y como le tiene dicho su principal asesor, Miguel Ángel Rodríguez, tildara de «dictatorial» el mando único sanitario que emana de la Ley del Estado de Alarma aprobado en el Congreso e incluso tuviera la osadía de acusarlo de querer imponer su visión «totalitaria». Y llegó a más cuando, con tremendo desparpajo, alertó a Pedro Sánchez de lo que está por llegar: «esperen a que la gente salga a la calle, porque lo de Núñez de Balboa les va a parecer una broma». Díaz Ayuso versus Miguel Ángel Rodríguez, MAR en su acróstico guerrero.

P.D.- (1) Alberto Garzón es ministro de Consumo, economista, malagueño de nacimiento y con casa en Rincón de la Victoria. Con semejantes atributos, ¿Cómo osa decir lo que ha dicho del sector empresarial turístico? Se impone tenerlo a dieta, a pan y agua, hasta que rectifique.

(2) Xavier García Albiol, de nuevo alcalde de Badalona, ha dicho una verdad como un templo: «La izquierda fue poco madura y debe reflexionar». Una izquierda radical, la CUP, con Dolors Sabater al frente, incapaz de entenderse. Nada nuevo bajo el sol.

(3) La Comisión para la reconstrucción parece iniciar su andadura con buen pie. El PP, de la mano de una de sus más preclaras cabezas, Ana Pastor, es fundamental si se quiere llegar a conclusiones viables. Si aquí es posible el consenso (Vox aparte, porque no tiene arreglo) ¿por qué no se consigue en otros campos?