Si el Estado del Bienestar funcionase como debe ser, ahora mismo, las personas mayores estarían seguras en sus residencias medicalizadas; la gente enferma sabría que sería atendida en un hospital sin tenerse que preocupar de otros problemas mayores; la población trabajadora que ha perdido su empleo tendría asegurado un mínimo de bienestar con una renta básica hasta que se recuperase la situación económica; la población al completo viviría, al menos, en una casa digna para soportar el confinamiento de la mejor manera posible; y la ciudad sería el lugar de refugio y encuentro social que representa mejor que ningún otro lugar, lo que es un 'bien común' creado en comunidad. Conclusión. Programa para la recuperación de las crisis provocadas por la pandemia de la Covid-19: reconstruir lo que falta del Estado del Bienestar.

La singularidad de la situación provocada, además ha creado un nuevo 'bien común' global que consiste en la idea de que: primero, se puede cambiar 'ipso facto' de ideas y de objetivos; segundo, se puede parar 'ipso facto' el sistema económico global que gobierna el planeta (la sociedad); tercero, se puede ensayar un experimento colectivo a escala del todo el planeta y en tiempo real; y cuarto, se puede actuar 'ipso facto' con un método de intervención que discierne claro lo imprescindible (salvar vidas ahora), lo necesario (de más tarde), y lo deseable o indeseable (para el futuro). Cuatro puntos que suponen lo «imprescindible» según Donella Meadows, que escribió junto a su marido Denis el informe del Club de Roma sobre los límites del crecimiento en 1972. Según Meadows, para cambiar cualquier sociedad desde la raíz hacen falta ideas adecuadas que guían unos objetivos claros, con una metodología segura y una práctica efectiva. Todo ello hecho a la vez, en coordinación, y por la totalidad de los afectados.

Una prueba de la metamorfosis inmediata. Las nuevas salidas para pasear, correr o montar en bicicleta a partir de las 20 horas sorprenden. Al menos, en una zona privilegiada de Málaga, como la Este. Esta zona permite ahora recorrer en bicicleta el litoral desde el arroyo Totalán, en el límite del término municipal de Málaga -por ejemplo-, hasta el arroyo Jaboneros al final de El Palo, viviendo todo de una manera inédita y hechizante. El uso de la ciudad y del asfalto ha cambiado de golpe y porrazo. La gente vuelve desde Totalán por la autovía de abajo en bicicleta -a veces en direcciones contrarias sin sentir peligro-, entre peatones que cruzan en diagonal hacia el mar o el paseo marítimo, sin atender a los colores de los semáforos..., todo ello envuelto en un tiempo lento, libre, casi de despreocupación... Yendo a la velocidad de paseo propio de la bicicleta, la gran superficie de asfalto se descubre inmensa sin coches. Y llena de posibilidades.

Otra prueba. En el Centro de Málaga, los residentes, de repente, han recobrado la tranquilidad perdida de sus calles. Como por arte de magia, desaparecieron los turistas incómodos con las maletas a rastras, las terrazas invadiendo las aceras y las plazas públicas, el ruido e incordio a altas horas de la madrugada€ Por el contrario, la ciudadanía está utilizando la ciudad como no lo había hecho nunca, o si lo hacía, lo hacía cada vez menos: ir despacio, pasear sin rumbo concreto, usar la bicicleta sin prisas, saludar a vecinos y vecinas casi desconocidos...

Aunque es cierto que siempre están los que se salen del guión -con ello me refiero a unos cuantos políticos mediocres-, todos los gobiernos del planeta se han puesto de acuerdo para recomendar el confinamiento y salvar vidas. Todo puede cambiar de golpe y porrazo, y seguir un programa adecuado al sentir común. A ver ¿quién dice que no?