A los ojos de aquel niño de pueblo -que se enamoró de la Málaga inalcanzable que parte hacia el este desde el Paseo de Reding en sus tiempos de estudiante tieso- Pedregalejo sigue siendo 'Pedrega'. Así, a secas. Abreviado con un argot entre pijo y canalla que invoca el jeroglífico urbano de este barrio de pescadores como el mejor lugar en el que despertar de un naufragio. Ya sea real, con sobredosis de olas y salitre. O disfrutado por elección propia, con un maratón de ida y vuelta de pescaíto abrigando con sus paréntesis un océano alargado de sobremesa que merienda amistad y alcohol. Dicho así, con sus coordenadas retumbando en la cantinela catódica de los telediarios, quizás suene impopular. O no represente a alguien como yo, que aún sigue virgen de terrazas y casi en fase 0. Y, además, piensa que en este preciso instante lo primero es la salud, hasta el punto que cualquier aglomeración debe ser atajada, sancionada o controlada tal y como demandan las peligrosas circunstancias que nos acechan. Eso sí, el problema o el retrato vienen cuando los mismos que ponen el grito en el cielo con el mogollón de 'Pedrega' no abren la boca respecto a la manifestación sin distancia social del jueves en calle Larios. O viceversa. Al fin y al cabo, la irresponsabilidad es la misma.

«Pedregalejo es cursi», escribió el irrepetible ángel de la creación Rafael Pérez Estrada -a quien este mayo ya se le deben dos décadas de añoranza- en Valle de los galanes, un libro que fue publicado hace más de medio siglo. Si tomándonos al pie de la letra la apreciación pensamos que alguna vez la tuvo, el paso del tiempo ha terminado quitándole la razón a este mago irrepetible, que fue cincelando su legado con diamantes breves que iluminan la esencia de Málaga como un neón fiel, original y sugerente. Al menos, esa es la impresión que tuve a través de mis continuos regresos a sus calles o en las impresiones de buenos amigos que radican la patria criada por la infancia en alguna de las casas de esta zona de corte residencial.

En 'Pedrega', su genética de pueblo con mar afila algunas de las aristas más bellas de la 'Ciudad del Paraíso'. 'Pedrega' es la ofrenda que sueña en sus callejones una cruz de mayo esculpida con latas de cervezas, como la que dejó hace unos días sobre su asfalto mi querida Tecla Lumbreras. En 'Pedrega' hacen el calentamiento los ladrones de atardeceres antes de tararear la aventura de la noche en el teatro de los sueños que abraza, en las cuatro esquinas paleñas, El Pimpi Florida...