La nueva normalidad hacia la que mañana daremos un paso decisivo consistirá en el fondo en mirar para otro lado y hacer vida como si no siguiera pasando lo que seguirá pasando, es decir, una cadencia de contagios y muertes a modo de basso continuo, y la amenaza del rebrote como rumor de fondo. El consuelo de esa falsa normalidad es que no hay otra posible: curaríamos de coronavirus pero moriríamos de parálisis. Así que lo que debería hacer cada uno para intentar evitar que lo pille esa normalidad-trampa es buscarse la vida (nunca mejor dicho) montando su propio protocolo más estricto que el impuesto, a la espera de los tratamientos que según los que saben llegarán bastante antes que la vacuna. Esto es en particular recomendable para los mayores, verdaderas víctimas propiciatorias de la epidemia. Lo que ellos hagan por sí mismos será su único seguro.