Terminó el magnífico documental que la plataforma Netflix ha emitido sobre el gran Michael Jordan. Ha sido una buena idea emitir dos capítulos cada semana y no toda la serie de una vez, como esta plataforma nos tiene acostumbrados. Buena idea porque nos ha tenido enganchados durante cinco semanas y porque nos da para volver a verla del tirón por segunda vez.

La serie documental ha sido fabulosa porque, aunque la historia más o menos todos la podíamos conocer, es grandioso volver a recordar las increíbles jugadas que solo él podía hacer. Para él ha sido también un riesgo puesto que podemos pensar que esa exposición a la que se somete no le deja en muy buen lugar. Primero porque se muestra a la estrella tal y como es ahora. Sorprende esa imagen medio tirado en el sofá más que sentado, pasado de peso, con ese vaso que parece de whisky en la mesa junto a él y esos ojos que te dicen que además también se ha fumado algún que otro puro.

Segundo porque Michael Jordan también se muestra tal y como era cuando fue jugador, quedando muy marcada esa exigencia llevada al límite con sus compañeros. Al límite del insulto, el acoso psicológico o hasta llegar a las manos con alguno de ellos. Él buscaba con esa actitud sacar lo máximo a sus compañeros para ganar, que era su único objetivo. Es evidente que lo conseguía y que, además, así hacía que todos le tuvieran un enorme respeto. Esto es tan cierto como que no creo que consiguiera con esa fórmula el cariño de su equipo, algo que él sabía y que no le preocupaba, solo quería ganar.

Este fue el camino para liderar a su equipo consiguiendo seis anillos de la NBA, un liderazgo controvertido y feo que, desde mi punto de vista, pudo ser eficaz gracias a Phil Jackson, el verdadero líder de aquel equipo y que supo sacar lo mejor de esa personalidad tan difícil de Michael Jordan dentro y fuera de la cancha.

Él era el más grande, pero era terrenal, tenía defectos. No sabremos si sus problemas con las apuestas eran verdaderamente una enfermedad o una fórmula para que su vida fuera una constante competencia. Lo que es evidente es que esa competitividad sí era una adicción para él.

En el documental te llaman la atención muchos detalles. Cómo él buscaba siempre algún pique o motivación individual para afrontar cada partido; cómo todo el equipo respetaba las locuras y salidas de rosca de Rodman porque sabían lo necesario que era después para el juego del equipo; cómo se reía viendo a Gary Payton decir que era capaz de defenderle uno contra uno; cómo fue el primer All Stars en el que coincide con Kobe Bryant.

No me sorprende que no aparezca en el documental ninguna mención a Craig Hodges, base del equipo en los dos primeros títulos de la NBA y que criticó siempre a Jordan por su poca implicación personal en problemas sociales. No me sorprende porque si la serie está basada en Jordan y él la supervisa, pues decide quién sale o no en su documental. Sí es más llamativo que no salga Ron Harper, el base de los últimos años de aquel equipo histórico.

También es curioso cómo tomaban el pelo y despreciaban al manager general, Jerry Krause, quien construyó el mejor equipo de todos los tiempos y el que también lo rompió. Tampoco sabremos si deshizo el equipo por esa enemistad con los jugadores y también con Phil Jackson, o lo rompió porque Pippen y Luc Longley (el hombre grande de aquel equipo) no podrían rendir igual por las lesiones u otros como Steve Kerr o Rodman eran agentes libres y era imposible retenerles porque ganarían mucho más dinero en otras franquicias. Jordan pensaba que si todos hubieran renovado por un año hubiesen ganado otra vez. Esto tampoco lo sabremos nunca. Lo que sí es cierto es que hizo bien en retirarse en ese momento porque no veía yo al gran Michael Jordan siendo el jugador referente en la construcción de un nuevo equipo con jugadores más jóvenes y menos respetados.

Lo que queda claro es que Michael Jordan era el más grande, jugó seis finales de la NBA y ganó las seis siendo protagonista en todas ellas; será el mas grande porque no creo que nadie pueda repetir esa hazaña haciendo seis de seis; y es el más grande porque, y esto es también opinión, creo que seguiría siendo el mejor del mundo si trasladamos a aquel jugador al baloncesto actual.