Cuesta creer, al ver las imágenes de terrazas llenas y aglomeraciones a la hora del paseo, que mucha gente haya generado miedo a salir a la calle tras el confinamiento por temor a contagiarse. Pero la hay. Es lo que se conoce como coronafobia. O 'coronaparanoia', para quienes se lo toman con humor. Los expertos advierten de que el encierro en los hogares, unido al periodo de incertidumbre económica y sanitaria, traerá a la sociedad problemas de salud mental en los próximos meses. Deprimidos, cansados y sin energía son los síntomas que experimentaron españoles, italianos y británicos durante la última semana de abril. En torno al 42% de ellos terminarán por desarrollar problemas mentales en los próximos meses, según las conclusiones de una encuesta llevada a cabo por la Universidad Abierta de Cataluña (UOC) para poner de manifiesto los problemas derivados del confinamiento. La última semana de abril, cuando aún no estaba permitido ni salir a pasear, la población experimentó problemas para conciliar el sueño y se sentía deprimida. Sus preocupaciones: miedo al contagio y a una crisis económica. El temor a lo que vendrá es clave para explicar los problemas psicológicos posconfinamiento. Los primeros atisbos de lo que se conoce como coronafobia (miedo a contraer el coronavirus) empezaron con el rechazo en comunidades de vecinos a los médicos y el personal sanitario que se enfrentaba, cara a cara, al covid-19 a diario. Por suerte, las pintadas de mal gusto y los abucheos despertaron una oleada de solidaridad en apoyo a su labor. Pero el miedo sigue latente y se nota cuando alguien cambia de pasillo en el supermercado o mira de forma hostil al que va sin mascarilla. ¿Cómo saber si el miedo al contagio está fuera de control? El departamento de Psicología y Salud Mental de la Universidad de Australia especifica las señales que denotan un problema. En primer lugar, resultan preocupantes los cuadros de ansiedad cuando no existe un peligro real. Por ejemplo: una persona joven y sana no debería ponerse mascarilla ni guantes para salir a pasear por un parque en el que se puede mantener la distancia física. Las personas obsesionadas con el virus dejan de hacer actividades cotidianas, aunque sean seguras, y limpian su casa de forma compulsiva. También revisan su cuerpo de forma constante en busca de síntomas o signos de infección. Si todas estas actitudes persisten en el tiempo (semanas o meses), existe un problema, según Jill Newby y Aliza Werner-Seidler, investigadoras que firman el estudio. La recomendación de los expertos para personas preocupadas en exceso por el coronavirus es seguir pautas sencillas: dejar de consumir rumores negativos y revisar solo medios contrastados, buscar actividades para evadir la mente y ser conscientes de que en muchas ocasiones no existe un peligro real. En caso de cuadros graves de ansiedad la directriz es clara: acudir a un profesional y dejar de lado las búsquedas en 'doctor Google'. El humor es otra forma de liberar tensiones. De ahí que haya nacido el movimiento en redes sociales 'Coronaparanoia' para ejemplificar los casos más extremos de temor a la pandemia. A una joven, en la red social TikTok, una voz dramática le grita «coronavirus» cada vez que llega del paseo; un chico se pregunta en Twitter: «¿Alguien más se ha tragado un bicho corriendo, empieza a toser para expulsarlo y la gente de alrededor entra en pánico?». Y en Instagram, hasta los perros llevan mascarilla. Los no contagiados pueden experimentar problemas mentales, pero los que sí han pasado la enfermedad tienen un mayor riesgo de demencia, según la Sociedad Científica Americana. Los primeros estudios sobre cómo afecta el Covid-19 al cerebro revelan que el coronavirus, al causar insuficiencia respiratoria, está relacionado con un mayor riesgo de demencia debido a la falta de oxígeno en el cerebro. Olor a limpio. El olor a pan recién hecho en los supermercados o a perfume sofisticado en las tiendas de artículos de lujo se esfuma con el coronavirus. Para volver a las tiendas y sentirse seguros la gente necesita olor a limpio y la música baja. Estas son algunas de las conclusiones del consejo de expertos de Nueva Zelanda para la desescalada. Los locales deben bajar la música para que la clientela respire tranquilidad y porque las voces elevadas generan una «zona de respiración húmeda» más amplia que puede aumentar la propagación viral. También se meten con la temperatura del local. Para evitar el miedo al contagio el cliente debe estar en un ambiente cálido, pero ventilado, y sin aire acondicionado, ya que lo identifican con una fuente de propagación del Covid-19.