Merecemos estar en la vida con una actitud proactiva, predispuestos a conocer y con ello, arriesgar en relación a nuestras emociones.

Escoger no actuar no es siempre la mejor opción, ya que gracias a nuestra experiencia podemos ir reconociendo lo que de verdad queremos, y la experiencia es igual a tiempo.

Deberíamos de darle más importancia al tiempo, cierto es lo que dicen, que el tiempo es oro y todos nuestros mayores nos lo recalcan. Subestimamos demasiado aquello que es efímero, que acaba y que pasa, pensando en jugar más con las personas y nosotros mismos que con el propio tiempo. Creo firmemente que es el mejor regalo y la mejor opción.

Existe también el miedo al tiempo, al no tener nada que hacer, a la soledad, a los minutos y las horas para nosotros mismos. ¿Cómo puede ser que el tiempo para nosotros nos genere tantas emociones negativas, hacia dónde dirigimos nuestra mente cuando estamos solos?

Para aprender a llevarnos bien con nosotros mismos, no solo es importante aplicar técnicas o conocer estrategias sobre inteligencia emocional, o cambiar determinadas actitudes y comportamientos, que es importante también y debemos ir mejorando a través del ensayo y el error, lo que solemos llamar experiencia. Pero algo que tenemos todos a nuestro alrededor y en numerosas ocasiones las redes sociales nos evitan dedicar tiempo y conocerlos es a nuestros mayores.

Y cuando hablo de mayores no me refiero solo a nuestros ancianos, también a todas las personas que son mayores que nosotros, que tienen más experiencia, que han vivido más tiempo. Una frase muy típica de mi madre en mi adolescencia era: «cuando tú vas, yo he ido y vuelto cien veces».

He de reconocer que siempre me ha gustado rodearme y escuchar a personas más mayores, me gusta escuchar las historias de los abuelos, el cómo relacionan y opinan de las cosas. Hoy en día sigo aprendiendo mucho de aquellos que superan mi edad, parece que nos dan experiencia, ilusión por vivir, nos solucionan problemas que pensamos que son complicados y nos cuentan historias que nos hacen aprender.

Nos estamos encontrando ante una juventud sin tiempo para la cultura de los mayores, sin curiosidad y sin paciencia por compartir momentos con ellos. La falsa felicidad se está apoderando de una absurda realidad que en ocasiones, más que impulsar, lo que consigue es retrasar el proceso. Las buenas relaciones con los padres, los abuelos, los compañeros de trabajo mayores, los amigos de nuestros padres, los vecinos, los padres de nuestros amigos, esas relaciones dan vida, parece que nos dan tiempo.

El tiempo personal de cada uno consta de la capacidad que tenemos para viajar mentalmente hacia el pasado y el futuro, y nuestro tiempo actual y físico. Y todo este tiempo influye de una forma directa en nuestros pensamientos y nuestros comportamientos, sabiendo reconocer perfectamente cómo de rápido pasa cuando las cosas nos van bien y qué lento se nos hace todo cuando empezamos a sentir dificultad.

Independientemente de la capacidad que tengamos de manipular nuestro tiempo psicológico según nuestro control del pensamiento, insisto en la importancia de aprovecharlo de una manera física y mental a través de la escucha activa de la voz de la experiencia, de la voz de todas esas personas que nos rodean, tengamos la edad que tengamos y que sean mayores que nosotros.

El tiempo no se compra, quizás se gane, no se vende, en todo caso se regala, y es sincero al ponernos la mayoría de las veces donde nos corresponde. Lo más importante es saberlo vivir y aprovechar y no hay error cuando se trata de escuchar y conversar con las personas mayores de nuestro alrededor.

Espero y deseo, que os deis por aludidos algunos, porque vuestro tiempo a mí me da vida.