El síndrome de la vuelta al cole se acuña en la infancia en los códigos, y no se va nunca. Es, como indica su nombre (síndrome), una mezcla de cosas: el fastidio de tener que reactivar el cuerpo y la mente poniendo fin al grato estado natural de indolencia, la alegría de volver a ver a los amigos, el retorno de la odiosa tiranía de horarios y fechas, cierta excitación por la novedad que nos aguarda e incluso el secreto alivio de que las vacaciones no terminen pudriéndose en una tediosa eternidad. En la vuelta al cole solía haber algún hueco en las filas, aunque casi nunca por razones muy graves: enfermedad, cambio de colegio, traslado familiar de ciudad, etcétera. En esta son muchos miles de colegas (alguno cercano) los que dejan hueco para siempre. Así que volvamos tristes por los colegas idos y a la vez gozosos por seguir vivos por ahora. Animosos ya sería pedir mucho.