'El espeluznante origen de "meter la pata"', por Venancio Rodríguez Sanz

Después de analizar la vida de Jesús. De meter la mano en la bolsa de citas de mi propia cosecha, modestia aparte, es muy probable que se me llene la boca al decir: «No hay acción buena sin castigo». Bien, el problema es que yo he estado en casi todos los bandos, por eso no me pongo como ejemplo, pero eso lo voy a omitir por conveniencias... Solo cogeré la parte que me da buena imagen. Bien, «en mis viajes por todo lo largo y ancho de este mundo», he encontrado casos y cosas de todo tipo en este sentido. A saber: casos en los que me amilané con el grande y más tarde me crecí con el débil, circunstancias en las que defendí al pequeño y más tarde fui atacado por el proto-enclenque por echarle una mano, y lo contrario y al revés, casos en los que fui ayudado por alguien a quien no le pedí defensa y más tarde me exigía réditos por aquello que hizo, por lo que sabía de mí y calló, y otras variantes. En fin, esto que quede entre nosotros, tengo el raro privilegio de darme cuenta de que me quedan pocas formas de meter la pata, pero aún albergo esperanzas... Por cierto, popularmente, meter la pata viene de ‘mentar la pateta’. En donde pateta es diablo. Si hacemos caso a este origen como el adecuado para la expresión, nos encontramos que cuando ‘metemos la pata’ en algo (o sea, cometemos una torpeza inoportuna) ésta no es más que una travesura realizada por el mismo diablo, quien se está inmiscuyéndose en nuestros asunto, que lo sepan.