La política actual, con adversarios dentro de las propias instituciones y en peligro hasta la forma de Estado, necesita ser enfrentada por las fuerzas políticas fieles a la Constitución sin complacencias con la falta de rigor en el cumplimiento de la norma. Incluso con los exigibles formulismos en las tomas de posesión sin creaciones extravagantes, nulas de principio para burlar su sentido, que suele dar por válidas con evidente falta de rigor la institución parlamentaria.

Falta un mínimo de seriedad en las instituciones a favor de los cumplidores. La autoridad política nos tiene a todos remansados con pretextos y disposiciones que no pocas veces parecen arbitrarias y cambiantes en el tratamiento y hasta en las estadísticas de la pandemia. No es de extrañar que buena parte del pueblo, harto de experimentos y de limitaciones, se haya manifestado ruidosamente con profusión de banderas españolas.

Ahora sabemos que no casan las cifras de muertos, que son muchos más. Seres humanos, con nombres y apellidos, familias y proyectos vitales, muchos de ellos muertos en soledad hacia cuyo recuerdo ya solo quedan estos días de luto y homenaje. Hasta ahora habían sido números cantados en un micro por un fúnebre lector.

Cuando esto se escribe, estalla el que pudiéramos llamar caso Marlaska, o si se quiere caso Benemérita, con el cese fulminante del coronel Pérez de los Cobos como adjunto de la Guardia Civil en Madrid. Se supone que por negarse a quebrantar la obligada confidencialidad de su declaración a la juez que lleva el caso de la imprudente manifestación del 8 de marzo. Acto tumultuoso encabezado por la plana mayor de la izquierda gobernante, lo que empeoró muchísimo la peligrosidad de la pandemia.

Se interpreta que el ministro ha tratado de camuflar los motivos reales de la destitución de Pérez de los Cobos como un relevo normal de equipos y no una abrupta manera de desconfianza. Curiosamente, Marlaska ha subido a la vez el sueldo a todos los miembros del instituto armado como para tratar de paliar el mal efecto y contentar a quienes seguramente no se quieren contentar.

Episodios históricos aparte, la por antonomasia Benemérita ha gozado casi siempre del respeto y la consideración de la gente de orden. Y, todo hay que decirlo, de los malos quereres de los separatismos, causantes de un cruel tributo de sangre en Vasconia hasta no hace mucho tiempo. Jornadas espeluznantes de los llamados 'años de plomo', primeros de la Democracia, que a quien esto firma tocó vivir en vivo y en directo con sangre en el asfalto.

La República de los años 30 intentó sin éxito sustituir la Guardia Civil por los Guardias de Asalto; después quiso cambiar su reglamento, lo que tampoco resultó. Entonces decidió en vano modificar el uniforme. Pero con el tricornio ya no pudo. Imposible: imprime carácter. Al final tuvo que conformarse con subirles el sueldo.

Justo lo mismo que sucede ahora. ¿No es curioso?