Hoy miro distinto. No sé, quizá, miro igual pero veo distinto. Me refiero a esa mirada en la que no interviene ni el ojo ni la vista. Si bien es verdad que uno no está demasiado lejos de estas situaciones habitualmente, hoy la situación es especial. Es como si estuviera viviendo un sostenido ataque de diplopía severa que en lugar de hacerme ver doble lo que hace es doblar la nitidez de mi visión. Quita, quita, tú..., nada que ver con las experiencias místicas de Juan de la Cruz, Teresa de Jesús, Juan de Cupertino y otros, que uno no tiene madera de santo volador, ni especial afición a ello, al menos por ahora.

Pudiera ser que el vertiginoso y sincronizado doble embrague que he hecho para pasar de una primera fase bien apurada a esta segunda fase esté influyendo en mi manera de ver el mundo hoy, porque, prometo que no he llevado a cabo ninguna práctica apotropaica, ni, por ahora, ninguna exaltación en primera persona del gin-tonic. Pero todo se andará más tarde, hoy mismo. El ejercicio gintónico hace milagros en los mundos trascendentes. Puesto a elucubraciones, tampoco creo que tenga nada que ver mi estado de hoy con mi prolongada aventura hospitalaria reciente, pero vete tú a saber...

Lo cierto es que hoy percibo que vivir lejos de la mar no es bueno para nadie, ni para los que no lo saben. Sin embargo, vivir cerca no es fácil, porque cuando la mar llega a formar parte de la propia esencia de uno mismo, vivir cerca significa, sea, vivir a flote sobre la línea donde la mar se ayunta con el cielo, sea, vivir en sus ingrávidos adentros, donde la mar se empareja con los perfiles hondos de la tierra.

Los de ahora no son tiempos de encalmadas, sino tiempos para otear la tierra firme desde un horizonte al que no lleguen los ecos del ruido contrahecho, ni la fanfarronería táctica en la que parece que estemos empeñados que se doctoren nuestros hijos. En este sentido, últimamente, es vesania en carne viva el ejemplo que gentil y desinteresadamente nos brindan nuestros rijosos primates con su quehacer cotidiano. Una pesadilla...

Obviamente, aunque yo aún no llego a percibirlo, comprendería que vivir lejos de los picos más altos tampoco podría ser bueno, ni para los que no lo sabemos, pero entre la tierra y la mar hay una insalvable diferencia: la tierra crece hacia sus afueras, la mar hacia sus adentros. Y, en este sentido, siempre hubo clases...

Hoy miro a algunos congéneres y los veo raros, alelados, confusos, como perdidos. Y a otros los veo henchidos, ovantes, pletóricos, exultantes... Supongo que algo tendrá que ver el haber hecho tan largo trayecto en primera, que también es la velocidad más corta para los asuntillos del confinamiento. El tiempo circulado en primera puede que haya afectado a su sistema motor y perjudicado sus presencias de ánimo en ambos casos. En este sentido, todas las corrientes psicológicas, cada una a su manera, expresan el mismo fondo con distintos aforismos, que en síntesis vienen a decir que las cosas no son como son, sino que las cosas son como somos. De ahí que hoy unos saquen pecho para ser vistos y otros eleven preces a las altísimas instancias para escurrir el bulto.

Quizá, lo ideal sería tener la capacidad de mirar, sin huir de ninguna mirada. O sea, optar por una mirada entreverada, de cinco jotas, como poco, que es una mirada que huele a summum, o, lo que es lo mismo, a no va más. Pero no, lamentablemente, la mayoría de los sapiens gastamos la mirada en el almanaque de lo porvenir. Craso error este.

Pasamos la semana mirando el calendario, esperando a que sea viernes o fiesta de guardar o puente... Pasamos los trimestres y semestres mirando el calendario, esperando a que sea Navidad o Semana Santa... Pasamos el año mirando el calendario esperando la llegada del verano... Pasamos la vida mirando al cielo, esperando que la felicidad se acerque a nosotros y nos abrace, mientras permanecemos angustiados... Mala práctica.

El único día importante del calendario es siempre hoy, y, curiosamente es el único día que no es esperable. Hoy solo es experimentable. Y me da que por ahí van los tiros de esa mirada profunda de hoy, una mirada carente de ojos y vista.