'La enfermedad, el grupo y mi ingenuidad', por Gerardo Hernández Zorroza

Crear un paraguas protector contra los efectos del coronavirus, además de centrarnos en aportar valor añadido, son los retos del momento. Valor añadido que es la utilidad adicional que tiene un bien o servicio como consecuencia de haber sufrido un proceso de transformación.

El valor final, así anotado, es mayor que la suma de los recursos utilizados de forma independiente. En este punto, se nos suele olvidar que valor añadido y talento van, o suelen caminar unidos.

Se han hecho recortes en servicios públicos, incluso negocio sirviéndose de ellos con la política externalizadora de los mismos. En lo tocante a la distribución de la riqueza, la brecha social y la pobreza no han dejado de crecer aplicando las políticas neoliberalizadoras en boga.

Nuestro objetivo ahora es la reconstrucción social, y no podemos darnos el lujo de desviarnos con "otras cuestiones"; habremos de centrarnos en corregir, supongo, lo que no ha funcionado.

La globalización ha mostrado en esta nueva crisis -la peor conocida por la mayoría- su engaño y sus carencias, su tremenda debilidad tal como está planteada.

El miedo nos sirve -en positivo- para hacernos conscientes de que hemos de ser previsores y mejorar nuestra solidaridad de grupo y unidad, pero, desde el lado negativo -como estamos acostumbrados a ver- alimenta nuestro enfrentamiento y desunión e incrementa la enfermedad de este sistema precario.

Existen demasiadas agendas ocultas, demasiadas cuestiones que los ingenuos como yo no entendemos -es un decir-, que han trasformado la política en un terreno acotado y minado, del que la inmensa mayoría huye, por miedo. En su vertiente negativa, claro.