Una vez adentrados en la tercera fase se puede ver el final del camino. Si no nos desfasamos en este último tramo acabaremos por fin tocando suelo con la desescalada. Sin embargo, es un suelo distinto el que alcanzarán nuestros pies, un suelo nuevo, un nuevo sitio. A algunos les ha dado por llamarlo 'nueva normalidad' y aunque es verdad que la estrenamos, no parece cierto que sea normal. Más que vuelta a la normalidad lo llamaría llegada a lo extraño, porque ahora todo se hace raro, y cualquier cosa que fuera común antes da la sensación de que ocurrió hace años.

Se vuelve al trabajo, pero el trabajo ya no parece el mismo, algunos han cambiado las instalaciones colocando barreras para hacerlas más seguras, pero a la vez subrayando que todavía hay peligro y con eso es difícil evitar la desconfianza y que se establezcan las antiguas dinámicas de comunicación, hablarse protegido es inevitablemente hablarse más frío; vuelven las cafeterías a servir café dentro, pero con aforo limitado y los bares no son como los vasos: si están medio llenos están vacíos del todo. Vuelven los encuentros entre amigos que quedan en alguna terraza pero ni están todos ni todos los que están se comportan como antes, las conversaciones son casi siempre sobre lo mismo, y ya cada uno está en un lado o en el contrario, la polémica va sirviendo las rondas.

No hay un regreso a la normalidad, ni una nueva normalidad sino un sitio extraño, un lugar raro al que hemos llegado y al que debemos de ir dándole forma entre todos para que sea más habitable antes de que nos cambie del todo. Hemos sufrido a nivel personal mucho y a nivel social todos un golpe severo en la tibia de nuestra cultura, caminar ahora duele, y todavía nos queda ver qué dolor es transitorio y qué lesión es para siempre.