Resulta que el fútbol no era la cosa más importante de las cosas menos importantes, ni por supuesto algo más que una cuestión de vida o muerte. Resulta que el fútbol solo era fútbol. ¿Habremos aprendido esa lección en estas duras semanas de confinamiento, como Sócrates aprendió a tocar una complicada melodía con la flauta mientras estaba en prisión acusado de impiedad y de corromper a los jóvenes? ¿Hemos aprendido los futboleros que ese fútbol al que tantos acusaban de impiedad y de corromper a la infancia, la juventud, la madurez y la senectud era, es y será nada más y nada menos que fútbol? Espero que sí.

El fútbol que regresa después del largo invierno de confinamiento, sin embargo, no es fútbol. Es otra cosa. Este fútbol sin público, sin abrazos, sin contacto más allá del provocado por el puro juego es algo que se parece al fútbol como el flan chino Mandarín se parece al flan que hacía mi abuela o como el orgasmatrón con el que Woody Allen practica el sexo en la película El dormilón se parece al sexo de verdad con sudor y saliva.

El fútbol sin público en las gradas, los sobres de flan chino Mandarín (que en realidad era gallego) y la máquina para tener orgasmos se parecen al fútbol, al flan y al sexo, pero no lo son. Decía Aristóteles que sustancia es lo que existe por sí mismo y no necesita sustentarse en otra cosa para existir, mientras que los accidentes, para existir, deben apoyarse en la sustancia. Pero es que, en fútbol, los accidentes son sustanciales.

El público, el ambiente en las gradas, los silbidos, los gritos, el runrún que se produce después de que un jugador local pierda la pelota por segunda vez y hasta el mismísimo silencio son accidentes que forman parte de la sustancia del fútbol. Los abrazos de los jugadores después de un gol también son sustanciales. Los saludos con el codo, en cambio, no son sustanciales. Son ridículos.

Estar sentando no es una realidad por sí misma, como tampoco lo es dejarse barba o pintarse los labios. Todas esas cosas son accidentes y tienen que darse en una realidad concreta, que es la sustancia. En el fútbol, no. El público no es al fútbol lo que estar sentado es a un jugador que está en el banquillo. Un suplente es un futbolista que puede dejar de ser suplente y jugar el siguiente partido como titular y siempre es futbolista. El fútbol no puede prescindir del público porque deja de ser fútbol. El fútbol sin espectadores en el estadio es un videojuego. ¿Y, a pesar de todo, saben una cosa? Los futboleros estamos contentos con el regreso de este no-fútbol porque, qué diablos, es mejor esa cosa que se juega en un estadio vacío que la ausencia de fútbol.

Miss Patty, el maravilloso personaje de la serie Las chicas Gilmore, profesora de baile de Stars Hollow y que fue bailarina de Broadway, se casó cuatro veces, y cuando le preguntaban acerca de tener un nuevo marido decía que no lo necesitaba, pero quererlo€ Eso era otra cosa. ¿Los futboleros necesitábamos el regreso de esta Liga sin público, sin chicha ni limoná, sin abrazos, sin ruido y tan fuera de tiempo como una charanga de carnaval en el mes de junio? Pues no, la verdad. Pero sí lo queríamos. Lo queríamos mucho. Y ya está aquí nuestro quinto marido. Bienvenido a nuestro sofá. Porque, vamos a ver, ¿a quién no le gusta el flan chino Mandarín? Otra cosa es el orgasmatrón€