El término laberinto parece aclararnos su acepción: lugar de fácil acceso y del que es muy arduo salir. Dédalo (130 a. C.) construye uno cerca de la ciudad de Cnosos bajo las órdenes del rey Minos de Creta. El mito dice que en esa complejidad espacial vivía el Minotauro, monstruo antropófago, aniquilado por el joven Teseo quien dispuso del ovillo de seda de Ariadna para orientarse por ese enrevesado entramado.

A pocos días para poder salir de nuestro particular laberinto, donde estamos padeciendo el feroz ataque del minotauro vírico, recibo la última obra del preclaro poeta, dramaturgo y narrador malagueño Francisco Fortuny, 'La Fuente de Proteo' (Ediciones del Genal). «Una novela de novelas»,, como la define su autor y en la cual hallamos la posibilidad de realizar un viaje iniciático trazado por el propio lector, quien, sin seguir un rumbo predeterminado, le permite distintas lecturas y por lo tanto diversas interpretaciones. Con esta forma de estructura narrativa lo que consigue Fortuny es representar la realidad cotidiana entreverada con las sustantividades alternativas, los mitos y la ficción técnico-científica, generando una miscelánea de géneros literarios que dinamiza el ritmo de esta novela de intriga policíaca y filosófica.

En este periplo que nos induce a lo desconocido, a lo secreto, nos encontramos con Chesterton y Borges interactuando con el Cervantes de Persiles y Segismunda y el San Antonio de Flaubert, quienes nos harán reflexionar sobre cuestiones tan fundamentales como la existencia, la condición humana o el Cosmos.

De nuevo, Curro Fortuny en estado puro, con su magistral estilo, nos invita a reconstruir nuestro propio orbe; a indagar en otras realidades virtuales, logrando atraparnos en su laberinto de mundos paralelos del que es muy difícil escapar.