Hace ahora exactamente un año el índice S&P 500 americano cotizaba (básicamente) a los mismos niveles actuales. La economía de EEUU mantenía entonces una expectativa de desaceleración suave que la Reserva Federal ya se apresuraba a apoyar vía tipos de interés más bajos. En este momento, la expectativa es la de una economía cayendo un 10% y más de un 15% de paro, por no incorporar otros indicadores como expectativas de consumo e inversión, en clara línea de desplome. Pero no solo es la Bolsa; otros activos, casi equivalentes en términos de riesgo, como los bonos corporativos por debajo de ratings BBB, gozan de nuevo interés de los inversores en un escenario de previsibles entradas en concurso de acreedores o quiebras como no se había visto en mucho tiempo. En lo que va de año, las nuevas emisiones alcanzan el doble de lo que cabría esperar en un ejercicio normal.

La 'exuberancia irracional' podría estar justificada en los tiempos de 'vino y rosas'. Algunos analistas financieros empiezan a aseverar que hoy estamos ante una nueva 'exuberancia irracional' por pura comparativa entre niveles de cotización y los datos de la economía real a estas alturas de 2020. Pero todos sabemos que los mercados van por delante de las noticias. Algo a lo que, sin duda, habrá contribuido el que el balance de la Reserva Federal (manteniendo posiciones ya en casi todo tipo de bonos) haya experimentado una subida del 50% (hasta rebasar los 6 trillones americanos) desde los niveles medios de cuatro trillones de media en los tres últimos años.

Es cierto que esta situación (poco esperada) de los mercados no ha sido uniforme entre sectores. Que el índice tecnológico Nasdaq Composite se encuentre un 20% por encima del nivel hace 12 meses nos muestra cómo al 'Big Tech' se le considera inmune ante cualquier escenario; no digamos si aplicamos la visión de que son los grandes 'ganadores' de una situación como la actual. La creciente digitalización de nuestra actividad no solo nos está salvando los muebles en estos momentos, sino que, mirando hacia el futuro, las capacidades de estas compañías en terrenos como el teletrabajo, el entretenimiento no presencial, la gestión de datos o la comunicación entre ciudadanos será uno de los pilares en los que se sustentará esa 'nueva normalidad', que puede durar mucho tiempo, si es que no va a mucho más en la nueva sociedad de la década de los 20. Y, obviamente, todo lo que suene a mano de obra intensiva en actividades de masas se mueve en el sentido contrario de las expectativas.

Por lo tanto, ¿están realmente divorciados los mercados de la realidad de los datos macroeconómicos? No necesariamente. Bajo el apoyo de los negocios tecnológicos, que cada vez pesan más en los índices; con una actividad bursátil que puede crecer de forma sostenible ante abundantes dosis de liquidez en el sistema y una 'fe ciega' en las capacidades de bancos centrales para aguantar en los peores momentos, así como un cierto trasvase de posiciones desde la renta fija por algún miedo a que la inflación de una forma u otra llegue en algún momento, no necesariamente tendremos mercados de bolsa y crédito que se hayan podido desconectar de la realidad.

Sin duda alguna, la 'prima de riesgo' de los mercados se está redefiniendo estos momentos. Debemos incorporar hechos no habituales en los estudios académicos al uso como la existencia de activos sin riesgo negativos o los impactos de los niveles de liquidez en el sistema, entre otros.