La imagen de la semana muestra a los trabajadores de un hotel aplaudiendo a los primeros turistas alemanes de la temporada. El gesto ha sido muy criticado por los mismos lacayos que baten palmas ante la sola perspectiva de «¿vendrá el Rey?» y sobre todo, «¿estará acompañado por Letizia?» También agachan serviles la cabeza ante veinteañeros multimillonarios de dudosa capacidad cerebral, y por tanto con espacio libre sobrado para marcar goles a cabezazos.

A diferencia de sus críticos, los trabajadores no aplaudieron sumisos a sus amos ni a los cargos políticos, tan jaleados en los mismos foros mediáticos donde se ha vituperado a los agasajadores. En otra industria donde se demuestra que los salarios son inversamente proporcionales a la exposición al virus, el escalón ínfimo exhibe un humilde gesto de agradecimiento a un puñado de alemanes que se atreven a viajar al país que, por sus propios pecados, está más castigados en contagios y fallecimientos. Los germanos tienen tanto mérito que encima llaman viaje de placer a este desplazamiento de alto riesgo al desierto.

La mención masiva y exclusiva a 'Bienvenido, Mister Marshall' confirma que los críticos del aplauso engarzan su clasismo en una vasta incultura cinematográfica. Gracias al turismo, muchos de los trabajadores en aplauso disfrutan de mejor situación económica que los turistas que arrastraban sus propias maletas nada Louis Vuitton, mientras se adentraban en un hotel de dudosa arquitectura y peor interiorismo. Es decir, se han corregido los vicios denunciados por Berlanga, pero el batir de palmas escuece a los lacayos que se arrodillarían ante su estrella del rock a cambio de un selfie. Los miserables que quieren robarles a los trabajadores hasta la libertad de agasajar sabrán explicarnos quién va a pagar los sueldos del personal sanitario tan celebrado estos días, por su utilidad que no por su vocación.