Recuerdo a la perfección una escena de hace décadas en la televisión local de Málaga. Era la época en la que tenía como imagen corporativa un boquerón horrible con un ojo muy grande. En la situación mencionada, aparecía la Legión desfilando un Jueves Santo por la tribuna de los pobres. En ese lugar, unos jóvenes sentados en el suelo presenciaban las acrobacias armamentísticas de los anteriormente mencionados, pero, por alguna razón, no se encontraban en una posición del agrado del legionario que iba controlando el paso. Y tanto era así que, el «caballero», daba un golpetazo al joven y lo arrastraba con violencia ante la risa del poco respetable público que así aclamaba al violento legionario.

En off, la voz del conductor de la retransmisión decía que el joven le habría intentado dar algún pase al legionario y este le había dado otro pase distinto. Ahí acababa la historia y ahí mi recuerdo. Hará veinte años de aquello y hoy sería prácticamente imposible que un servidor de todos tuviera esa actitud. Pero aún más imposible sería que un locutor aprobara la escena sin denunciarla o recriminar la determinación, violencia y desproporción del legionario.

Las cosas cambian. Se usa más el gel de ducha y también se depuran los modales y los criterios. No existe el aplauso aprobado hacia los modos rudos, sin criterio y mecánicos. Repito. Las cosas cambian. Y ayer, sin darnos casi cuenta, una institución histórica y querida por muchos, tuvo un gesto público en redes sociales que ha hecho saltar las alarmas.

Hoy en día, la mayoría de las instituciones y empresas públicas y privadas, emiten señales significativas en diferentes momentos del año. Siempre se alza la voz ante injusticias incuestionables que, para éste nuestro primer mundo, son las limitaciones de libertad en algunos sectores sociales.

Este tipo de reivindicaciones cuentan con el aval social de la mayoría de la población, pero, la sucia, pervertida y extrema política intenta continuamente ensuciarla hasta conseguirlo. Ejemplo de ello son las campañas generales realizadas sobre la concienciación ante la violencia de género o las limitaciones sociales y legales que lastran a muchos homosexuales y que pasan a un segundo plano cuando se apoderan de estas cuestiones para realizar política partidista.

Y es que es habitual ese apoderamiento. Es común presenciar cómo quieren hacer política con problemas de todos. Pero quizá aquí haya que hacer una reflexión al respecto. Y es que resulta del todo ridículo pensar que, quien alza la bandera sobre una causa justa está haciendo apología política. Es rotundamente falso pues el problema real lo tiene el que no quiere levantar el alegato común. Porque no cree en él. Y ahí reside la política. Quien participa de una campaña para reivindicar derechos y oportunidades para todos sin distinción de género no tiene problemas. Los problemas los tienen quienes no creen que eso deba ser así. Y por eso es su opinión, su partido y sus políticas las que enturbian una reclamación sensata.

¿Cuál es el problema por el que la Guardia Civil no pueda ponerse su foto en redes con el guiño a la bandera del arcoíris como el resto de las instituciones? ¿Quién politiza? ¿El de la bandera o el que patalea por que se ponga?

La normalización de todo nos llevará a no necesitar hacer campañas como esta que, por cierto, la hacen desde empresas multinacionales o gobiernos de izquierdas o derechas. Pero parece que hay aún instituciones -o Institutos- que aún siguen siendo el ojito derecho de aquellos que se apoderan de las cosas de todos para vomitar sus discursos caducados.

¿Cómo se puede tener la cara tan dura como para protestar por el uso de la bandera LGTBI por parte de la benemérita mientras se sostiene la de España -que es de todos- para hacer política particular con su consiguiente deterioro? Es ridículo. Como también lo es llevar las cosas a los extremos.

Que los homosexuales hoy en día lo siguen teniendo más difícil es una realidad. Que lo tienen más fácil que hace treinta años es otra. Y que por el camino que vamos la cosa irá normalizándose de manera plena hasta que nadie se tenga que plantear anunciar que es homosexual es o debería ser el deseo de todos.

Las exageraciones y los chascarrillos seguirán existiendo porque las sociedades se burlan de los distintos por considerarlos peores. Por eso habrá quien siga rumiando en voz baja cuando vea un escudo relacionado con cosas del pasado apoyando la causa común del feminismo en contra de un machismo que sigue reventando vidas hasta destruirlas o simplemente que condicionan el devenir de muchas otras en su plano profesional y social por el único hecho de tener una construcción morfológica distinta a la del varón.

¿Habrá quien enturbie las causas justas? Siempre. Desde el que lo destruye por sistema porque ser mariquita es malo hasta el que pretende conseguir y construir cosas nobles asomado a un autobús con unos calzoncillos de cuero mientras baila por Kika Lorace. Todo suma o resta según la nobleza de quien participe.

Por eso los que hoy ladran por la participación de la Guardia Civil en una campaña como la del «orgullo» lo seguirán haciendo en menor medida conforme pasa el tiempo. Y lo que hoy vemos y leemos nos sonará a chino y llevaremos las manos a la cabeza por ser grotesco como ahora nos lo parece la escena del legionario violento en plena calle. Las cosas cambian salvo la cantidad de tontos. Eso está siempre ahí. Y hay que tener cuidado con ellos puesto que, viren hacia donde viren, acaban de enturbiando causas justas y necesarias como la que ahora se presenta. Ten un problema, particípalo con un tonto y tendrás dos problemas.

Guardianes de las causas civiles. Ojalá sea así. Por todos y para todos. Amor, lealtad y arrogancia, ideales tuyos son.

Viva Málaga.