Una ola de protestas se levantó por todo el mundo, especialmente en Hispanoamérica y en los Estados Unidos. Miles de jóvenes hispanos, negros, blancos y de otras razas, y también de más edad, protestaban frente a las estatuas y monumentos dedicados a referentes de las culturas indígenas de distintos países del continente americano. La razón principal de las protestas, que se desarrollaron sin ningún tipo de violencia, fue y siguen siendo los innumerables sacrificios humanos, la esclavización y la tortura a la que fueron sometidos los pobladores de aquellas tierras por ellos mismos antes del descubrimiento colombino.

Algunos oradores explicaban en improvisadas tribunas los crímenes cometidos en el pasado. En el caso de los teotihuacanos, por ejemplo, una profesora de Universidad en Richmond, la capital de Virginia, expuso como éstos practicaban sacrificios mediante la extracción del corazón, una práctica que se observa en pinturas murales. Los huesos encontrados en las Pirámide del Sol y de la Luna supondrían restos de estas prácticas, avaladas en 2007 por los análisis de ADN que confirmaron que las víctimas eran traídas de pueblos conquistados.

En la ciudad de Washington, un joven hispano, subido a un árbol del parque Lafayette, situado frente a la Casa Blanca, expuso que el sacrificio de prisioneros representaba el mito cósmico y se refirió a las investigaciones de Michael Coe, quien dio un nuevo giro a estos estudios tras descifrarse los jeroglíficos; así los mayas de la época clásica, y sus predecesores, eran gobernados por dinastías hereditarias de guerreros entre las que el derramamiento de sangre y la decapitación humanas eran sus obsesiones supremas. La extracción del corazón aparece en algunos casos del arte maya y es casi siempre de niños.

En relación al sacrificio de adultos, destacó el joven -mexicano para más señas, que había huido de su país amenazado por el narco y que trabajaba ahora en una compañía de seguros de la capital federal- una imagen pintada en una vasija en la que se ve un sacrificio ritual de un prisionero atado y un guerrero que le saca las entrañas con una lanza mientras los músicos tocan tambores y trompetas. Pero, claro, añadió el hablante, otra clase de sacrificio maya era arrojar a la víctima al interior de un cenote.

Muy lejos de allí, en la ciudad de Nueva York, un venerable anciano se refería a los toltecas desde lo alto de los peldaños de la Gran Central Terminal, de las más bellas estaciones de ferrocarril del mundo. Auxiliado de un megáfono, el hombre daba cuenta de que en 2007 los arqueólogos habían analizado los restos de dos docenas de niños, de cinco a quince años, cerca de las ruinas de Tula. Los críos habían sido decapitados. Por su parte, los totonacas sacrificaban niños para extraerles la sangre, la cual era mezclada con semillas y así se conseguía una pasta que era comida por los adultos en los banquetes rituales.

En lo que respecta a los aztecas, una mujer vestida con un uniforme verde, en Los Ángeles (California), comentaba ante un numeroso grupo de jóvenes de un instituto público que en Xochimilco, después de los sacrificios, los mexicas solían hervir algunas cabezas, brazos y piernas para sus banquetes caníbales. Los arqueólogos entienden que los cráneos hervidos estallaban por la ebullición de la masa encefálica.

Algunos de los que se dirigían al público en lugares tan dispares citaban los textos históricos de quienes habían conocido aquellos sacrificios. Es el caso de Bernardino de Sahagún, cuyos documentos son muy útiles para la reconstrucción de la historia, quien cuenta que quienes realizaban los sacrificios organizaban la «danza de los cautivos», en la cual la víctima era forzada a bailar.

Por su parte, Bernal Díaz del Castillo dice del tlatoani mexica que oyó decir que le solían guisar carnes de muchachos de poca edad para Moctezuma, y que «nuestro capitán le reprendía el sacrificio y comer carne humana, que desde entonces mandó que no le guisasen tal manjar». También en Historia de Tlaxcala, Diego Muñoz escribió: «Ansí había carnicerías públicas de carne humana, como si fueran de vaca y carnero como en día de hoy las hay».

Paul Celan había escrito:

Cerca estamos, Señor,cercanos y apresables.Presos ya, Señor,engarzados los unos en los otros,como sicada uno de nuestros cuerposfuera tu cuerpo, Señor.Ruega, Señor,ruéganos,estamos cerca.Agobiados íbamos,encorvados bajo el vientohacia la fuente, hacia la zanjapara arrodillarnos sobre el charcoy la oquedad.