Conocer, y por supuesto juzgar, es distinguir. Con la pandemia a las puertas de Europa sus países pecaron de soberbia supremacista: confiando en sus sistemas de higiene y sanidad fueron víctimas de la fábula del lobo (mal de las vacas locas, gripe A, Ébola, etcétera), y pensaron que tampoco esta vez sería para tanto. Así cayó Italia, después España y luego los demás. Pero caso bien distinto es el de los que encima se creían los más listos entre los supremos, como Reino Unido, USA o Suecia, que al principio decidieron asumir el contagio para lograr 'inmunidad de rebaño'. Los políticos se entregaron a científicos aventureros porque lo de rebaño inmune sonaba bien: de funcionar los separaría un poco más aún del mundo inferior. Johnson empezó a enterarse de veras estando con un pié en el otro barrio antes de ser inmune. Pero ya era tarde para al menos 43.000 ingleses (por ahora).