El doctor Simón es objeto de culto para unos y fetiche de vudú para otros, o sea, tiene aureola, blanca o negra según. En esos casos el riesgo es levitar y ponerse a soltar moral, como acaba de hacer sobre las distintas clases de mascarillas, calificando a unas de altruistas y a otras de egoístas. Este tipo de escolástica solo proporcionará burladeros al pecado, como nuestra escolástica de toda la vida. Lo que hace falta es decretar de una vez que la mascarilla que esté homologada es obligatoria en todo lugar público o de trabajo, excepto para meter un bocadito o sorber por una pajita, y sin otra excusa que la que venga acompañada de certificado médico. En España no valen ni recomendaciones ni órdenes con salvedades, pues a la salvedad se apunta siempre el que va de listo, y son legión. En el actual cachondeo con las mascarillas solo faltaba la disquisición moral del doctor Simón.