Hay mucha gente celebrando la apertura de las fronteras entre España y Portugal. Luego, si salen de España es para irse a Francia. Siempre hemos vivido de espalda a Portugal y ya el hecho de decir esta frase tan tontona es caer en un complejo de superioridad, dado que lleva implícito que nos necesitan o que ellos son el culo. No. Portugal vive de cara al Atlántico y siempre mirando a Gran Bretaña políticamente, o sea, pasando de los pérfidos y engreídos españoles, que vamos al Algarve y nos creemos que es Huelva o Fuengirola y empezamos a cascar en español y a pegarle voces a todo o mundo. Obrigado. Todas las parejas que conozco que han ido juntas a Lisboa están ya separadas, lo cual puede ser un caso de mala suerte, mala suerte lisboeta, o una estadística digna de estudio. Yo cuando voy a Lisboa me impregno de su melancolía, pero al llegar a la frontera la dejo allí y ya me vuelvo bullanguero y me pido una cerveza y tarareo unas sevillanas, no vaya a ser que me entren una terrible tristeza, cosa poco probable dado que en ningún bar de España ponen fados. Durante varios veranos fui al sur de Portugal y tengo esas épocas como las mejores de mi vida. Ayer Sánchez y el Rey se llegaron a la frontera a darle solemnidad a la cosa pero hubo gente que empezó a gritar «viva la República». Felipe se sintió algo incómodo, pero seguro que un asesor le dijo que eran gritos a la república de Portugal, donde lo más cerca que han visto a un rey es en Estoril, lugar propicio para que los monarcas españoles reinen en el casino.

Hay que ir mucho a Portugal, país bendito, y lograr que los portugueses vengan a España, que tenemos los hoteles vacíos. Están tan vacíos que no hay nadie para bajar los precios. Verás tú cuando aterricen en la realidad. Yo me iría a un cinco estrellas a precio de cuatro pero parece que la estrella de este verano va a ser la cerveza fría de la nevera tomada en el salón de uno, tal vez viendo reportajes sobre Portugal en la televisión.

«Si todos cumplimos las reglas vamos a salir juntos de esta crisis, mejor que separados», ha dicho Antonio Costa, que es un fino estilista y un elegante socialdemócrata. Esa apelación a la unidad es un iberismo saludable, alejado de ese disgregador becerrismo tan español que siempre trabaja con denuedo por potenciar lo que nos separa. Las fronteras son un mal invento y ayer cayó una. Brindemos.