Antonio Banderas sabe dónde está una oportunidad y cómo aprovecharla. Cuenta María Casado que a los pocos días de que la relevaran (inesperadamente) de Las Mañanas de La 1, el actor malagueño, con el que había compartido mesa, mantel y charla durante una edición de la gala Starlite, la llamó por teléfono para ficharla. El productor y empresario sabe lo que quiere y lo quiere rápido, ya, sin trámites, ni burocracias, sin que nada ni nadie interfieran demasiado. Y en esa mentalidad de empresario con olfato está el hecho de que los Goya regresen a Málaga. La Academia de Cine lo tenía bastante crudo: el coronavirus había desbaratado, al menos por este año, su plan de itinerancia por ciudades españolas (¿qué ayuntamiento iba a estar dispuesto a invertir unos dos millones de euros en una gala en plena debacle económica?), y tendría que asumir directamente, patrocinadores aparte, claro está, los costes de una velada que, aún reducida y compactada por las obligaciones higiénico-sanitarias de estos tiempos, seguro que no resultaría nada barata. Salta el nombre de Banderas: «¿Por qué no llamar a Antonio, que acaba de levantar su propio teatro?». Y llamaron a Antonio. Y Antonio, sagaz, respondería algo así como: «Sí, pero esto lo hago a mi manera». ¿Cuántas productoras pueden presumir de tener como primer proyecto la organización de la noche más importante del cine español? De momento, el Teatro del Soho y su división audiovisual.

Hace unos años, cuando Banderas vivía en Hollywood y su agenda le impedía regresar a su tierra sólo en vacaciones y Semana Santa, ofreció en una entrevista con este periódico una frase que bien podría ser el leit motiv de su carrera: «Hollywood me ha permitido comprar mi libertad». Y eso es lo que está aplicando en la operación Goya 2021: la gala será una reivindicación de su forma de hacer las cosas, con su equipo, sin peajes; está en esa fase de su vida en la que ya ha sido demasiadas veces el vehículo de las ideas y las visiones de los demás; Es un win win en toda regla, para todos: a la Academia le salva de un marrón importante, al teatro de Banderas le sirve para demostrar sus capacidades y promocionarse en un momento especialmente difícil para los espacios de este tipo; y, no nos olvidemos, la ciudad puede preciarse de ser por segundo año consecutivo escenario goyesco (y sin los 600.000 euros de canon que la institución rectora del cine español exige a los consistorios aspirantes a acoger los premios). Yo, por mi parte, también espero ganar: con que los guionistas no se empeñen en escribir chistes generadores de silencios incómodos me doy por pagado.