El genio no es hallazgo sino contacto: capacidad para sintonizar con algo que ya estaba ahí, y el genio atrae, nos trae, traduce. Ennio Morricone sintonizó, sobre todo, con un registro de la vida, la gesta, cuya suma expresión es el himno. Así logró dotar de grandeza a todo lo que tocaba con su música: 'Novecento' es un himno sublime en solo una docena de notas, pero lo es también el tema principal de 'El bueno, el feo y el malo', aunque la causa de sus pícaros no fuera nada grandiosa. Con Sergio Leone hizo del Oeste una gesta kitsch. Era sencillo hacer un himno a la belleza del recuerdo en 'Cinema Paradiso', pero difícil dar el tono heroico en 'La Misión' sin caer en melifluidades religiosas. Hasta sus arreglos en 'Sapore di sale' contribuirían a hacer de la canción el himno del verano. ¿Su secreto? Descubrió que vivimos sin saberlo en el interior de una gesta, y supo tocar con arte ese botón.