Se ha disparado la demanda de piscinas desmontables. Urge ponerse en remojo pero conviene huir de las multitudes. Los fabricantes dicen no dar abasto pero no cesan de fabricar y vender. Los balcones se están poblando de piscinas hinchables que pueden hinchar los bemoles al vecino de abajo. España es una inmensa piscina, un niño húmedo pidiendo la merienda, un padre de familia diciendo que para qué quieren un chalé, un balcón que salpica. El burgués de adosado mira al fin por encima del hombro al vecino del casoplón. Y lo mira ya en bañador, con la hinchable redonda ocupando el pequeño porche o delantera del inmueble. Al fin lo de «me voy a dar un chapuzón» se democratiza. Otra cosa es que no estalle. Vente a mi piscina, se oye ahora en los vecindarios más diversos. El chapoteo universal. Sin invertir en pastillas de cloro. Las venden en Amazon, en los grandes almacenes y parece que en todos los sitios. Hacen furor aunque lo ideal es que no hagan aguas. Ya no son cosas para refrescar al bebé. Nadadores de secano, nuestro tiempo ha llegado. Quién no tiene 617 litros para echar por la manguera y ser feliz. La familia que se baña unida necesita más toallas. Lo primero que necesita una piscina desmontable es alguien que la monte. La familia con un manitas pasan menos calor. El miedo al virus hace que en las piscinas comunitarias o municipales haya menos gente, dicen en las noticias, noticias que son desmentidas en cuanto uno se pone el bañador y baja a intentar hacer unos largos. Hawái y Bombay son dos paraísos que la gente se monta en su piso. Los artículos sobre piscinas tienen que tener una barandilla para que el lector sepa por donde entrar. Si no, corremos el riesgo de que se tire en la segunda línea o de que se zambulla en la prosa en el tercer párrafo. Una columna sobre las piscinas puede ser papel mojado. También puede ser que el columnista esté seco de ideas. Y se tire a la piscina. Lo bueno de bañarte en casa es que puedes nadar y no guardar la ropa: sofocas el calor y quiebras una frase hecha. Nadie puede bañarse dos veces en el mismo río, dijo Heráclito, que ignoraba que sí puedes bañarte tres veces en la piscina hinchable de casa, dado que no vas a estar llenándola todos los días. Sería recomendable que los aficionados a estas piscinas tuvieran también afición a la ducha. Aquel niño no quería bañarse con su padre: era un tiburón financiero.