Que hay un problema de nazismo en sectores de las Fuerzas Armadas alemanas es algo que no se le escapa a nadie. Tampoco a la ministra de Defensa de ese país y presidenta de los cristianodemócratas, Annagret Kamp-Karrenbauer.

Como es evidente que ha también un problema 'latente' de racismo en filas de la policía, según ha denunciado la copresidenta del SPD, Saskia Esken, para disgusto de muchos de sus correligionarios, que consideraron tal acusación de desproporcionada e inoportuna.

Las Fuerzas Armadas alemanas son una organización con más de 250.000 integrantes y la cuestión es saber si se trata sólo de unas cuantas manzanas podridas o, por el contrario, de algo más grave.

Con el horrible pasado que todos conocemos y que tantas tragedias trajo al mundo, Alemania ha de tener especial cuidado con cualquier rebrote de la ideología nacionalsocialista entre sus ciudadanos de uniforme.

Aunque se trate sólo de focos concretos, es preciso aislarlos, como ocurre con el coronavirus, por el peligro de rápido contagio que conllevan. Como escribe Der Spiegel, se ha prestado más atención muchas veces a las dotes militares que a la educación constitucional y en valores ético-morales de los uniformados.

Ese semanario citaba en su editorial comentarios racistas escuchados en algunos cuarteles como el de que «habría que gasear a todos los judíos» o la pregunta que hizo un soldado a otro de si se había dedicado a «cazar negros».

Un cabo fue despedido, según los medios, después de que se encontrasen en un registro de su taquilla una réplica de ametralladora, además de abundante munición de fogueo.

El pasado mayo detuvieron en Sajonia a un integrante del cuerpo de elite KSK (Comando de las Fuerzas Especiales) que guardaba en su jardín recuerdos nazis, armas, municiones e incluso explosivos.

Poco tiempo después se encontraron en el domicilio de un reservista de extrema derecha números de móvil y direcciones privadas de políticos y famosos, blancos potenciales de algún atentado.

Uno de los focos más preocupantes descubiertos hasta ahora es el de la pequeña localidad de Calw, en la Selva Negra, donde están estacionados soldados de élite del KSK.

Se sabe de fiestas celebradas por integrantes de esa unidad en las que se hicieron saludos brazo en alto y también de la existencia de un grupo autodenominado 88, cifras que corresponden a Heil Hitler porque la hache es la octava letra del alfabeto.

Esas y otras noticias similares cobran especial relieve cuando se está juzgando uno de los sucesos que más han conmovido últimamente al país: el asesinato a sangre fría de un político cristianodemócrata a manos de un neonazi.

El único móvil aducido por el presunto asesino para su crimen es que odiaba a ese político conservador desde que le escuchó un discurso en defensa de los inmigrantes.

La ideología nacionalsocialista impregna también el pensamiento - si es que podemos llamarlo así- de dirigentes y militantes del partido Alternativa para Alemania, que nació para oponerse al euro y ha derivado hacia posiciones cada vez más ultras.

Muchos de los que votan a ese partido creen en las más delirantes teorías conspiranoides como una según la cual la canciller federal Angela Merkel es una agente judía que está dispuesta a aplicar en Alemania el llamado 'plan Hooton'.

Se trata de un plan concebido tras la derrota del Tercer Reich por el polémico antropólogo estadounidense Earnest Hooto, quien propuso combatir la ideología nacionalsocialista mediante el asentamiento en Alemania de poblaciones de un origen étnico distinto del germano.