No me cansaré de repetir la buena imagen que ha dado nuestro baloncesto en esta fase final de Liga que, por motivos de la maldita pandemia, se tuvo que improvisar. Una imagen magnífica dentro y fuera de la cancha, algo de lo que sentirse orgulloso. Un problema que surgió sin ser esperado y que se ha resuelto de una manera brillante y ejemplar.

Pero eso ya es pasado, volvemos a la cruda realidad que viene con otro problema debajo del brazo. Pongámonos en antecedentes... Una vez que se paró la competición, y después de esperar el tiempo suficiente para saber que había que hacer algo para acabar la liga de una manera diferente, la ACB decidió muy acertadamente resolver el título con una fase final en concentración en Valencia y que no hubiera descensos esta temporada. Esta segunda decisión era totalmente lógica y muy comprensible.

Por otro lado, la FEB también tuvo que tomar decisiones con respecto a sus competiciones. Lamentablemente, la LEB Oro no pudo hacer una fase final para dilucidar los dos equipos que tendrían derecho a ascender. Por ello, la Federación anunció que los dos equipos que en aquel momento ocupaban los primeros puestos en la clasificación fueran los que ascendieran a la ACB esta próxima temporada, determinación perfectamente lógica también.

Ambas decisiones, como os digo, son comprensibles pero que todos entendemos confluyen en un problema: sin descensos y con dos equipos nuevos en la ACB tendremos una liga de veinte equipos con lo que habrá más jornadas y, por lo tanto, la competición se alargará. Y esto parece que no le gusta a nadie. Es como si ambas entidades, FEB y ACB, hubieran tomado sus propias decisiones por separado, sin reunirse previamente y sin asumir el problema que podría crearse por ello.

Pues ya tenemos movida. Ahí están Gipuzkoa Basket y Carramimbre Valladolid esperando que la ACB les recononozca el derecho bien otorgado por la FEB mientras que la ACB no se pronuncia. Es como si el problema lo hubieran metido en el cajón y esperaran que ahí, en ese cajón, se resolviera.

Entonces, ahora en esta época en la que todos los equipos renuevan a los jugadores que han hecho una buena temporada y reclutan a otros para completar sus plantillas, tenemos a dos equipos, a priori los más débiles por ser los recién ascendidos y que posiblemente más debieran moverse en el mercado para reforzarse, paralizados porque la ACB todavía no les reconoce como equipos propiamente de ACB. Realmente no tienen la oficialidad de que vayan a competir en ACB esta temporada. Y como siempre pasa en circunstancias así pues ya se habla de que tendrá que mediar el Consejo Superior de Deportes y que los dirigentes de estos clubes están dispuestos a ir a los tribunales a defender sus intereses.

Entiendo perfectamente que hay muchos equipos que compiten en Europa, que los equipos de Euroleague hay semanas que juegan cuatro partidos, que los viajes son letales, que los calendarios están saturadísimos, que no es sencillo encontrar fechas para los cuatro partidos de más que cada equipo debieran disputar, que la temporada siguiente deberían descender cuatro equipos para volver a una liga de dieciocho equipos, o que no ascendiera nadie...

Pero creo que este problema hay que sacarlo del cajón, ponerlo encima de la mesa con todas las partes sentadas y resolverlo de la mejor manera posible sabiendo que no habrá solución perfecta que satisfaga a todos. En juego está la buena imagen que ha ganado el baloncesto en esa fase final, imagen que se puede ir a la mierda por no afrontar historias como esta. Todos estaremos de acuerdo en que ser noticia porque el CSD tenga que mediar en un problema o ser demandados en los tribunales no es la mejor imagen. Nuestro baloncesto no se lo merece. Y Gipuzkoa y Valladolid necesitan una solución ya.

Tenemos que confíar en que este problema se va a afrontar y a resolver de la mejor manera posible porque hoy ya es tarde, y que estos clubes puedan planificar su temporada como lo hacen el resto. La credibilidad de nuestro baloncesto está en juego y con eso no se debe jugar.