Tiene este tiempo de mascarillas y gel desinfectante muy pocas certidumbres. Ya hablamos de cifras en otro momento y hoy quiero referirme a letras, a palabras que expresan sensaciones derivadas de este estado después del anterior estado, el de alarma. El deporte sin público, por ejemplo. No es ni la sombra de lo que ha sido, de lo que fue. Por mucho que se disfracen las gradas vacías, que las realizaciones televisivas incluyan cánticos en estadios donde habitualmente ni se canta, el postizo no puede reemplazar al calor humano.

A esas palabras me refiero. Justo a esas que resonaron en pleno confinamiento y que se repiten ahora, con conocimiento de causa. Deportistas de elite ya plantearon la dificultad de salir a escena, al teatro de los sueños, sin nadie que ovacione tus tantos, tus aciertos, o que proteste cuando haya que hacerlo. El fútbol de salón al que nos hemos terminado por acostumbrar en este mes de competiciones sin tregua ni descanso sabe a descafeinado de la noche anterior. Es insulso como esa cena recalentada cuanto llegas tarde a casa, la misma a la que cantaba el eterno Coppini.

En el Carpena, sin salir siquiera de la capital de la Costa del Sol, hemos podido contemplar de cerca un título liguero, el de fútbol sala, o un ascenso con acento malagueño, el de los pupilos de Moli, como héroes de una segunda categoría en la que partían con el presupuesto más bajo de todos. Los propios protagonistas de tan importantes triunfos expresaban lo insípido de este final de campeonato.

«Mirabas hacia la grada y te quedabas con una sensación de...», confesaba un veteranísimo del deporte de elite como Moli. Faltaba lo fundamental en cada gesta deportiva desde Grecia o Roma, el aliento de la grada. Precisamente por este motivo tiene aún más mérito lo que han logrado en los últimos meses los Sergio Pellicer o Manolo Gaspar, en las filas del Málaga CF, sin desmerecer a cada uno de los integrantes de sus respectivos equipos técnicos, o a los propios jugadores que semana tras semana han puesto buena cara al mal tiempo.

La escuadra malaguista puede hoy atar su continuidad deportiva en la Liga SmartBank. La gesta tiene un mérito superlativo si tenemos en cuenta estos condicionantes de la peor crisis sanitaria en todo un siglo, los falsos pilares de una temporada que ha terminado por forzar una intervención judicial y esta plantilla cogida con alfileres, siempre al borde de la necesidad de alinear a un mínimo de siete futbolistas con ficha profesional (como en la última jornada, ya en el mismísimo filo de esa navaja y contra un rival directo). Quizás haga falta el prisma que da el tiempo para honrar a estos héroes como se merecen.