Pasillos vacíos, juguetes rotos, cajas de objetos perdidos -'lost and found'-. Un par de hormigas saltan a la comba sobre la tela de araña que cubre el cajón de los tesoros perdidos. Coches, muñecos y un par de pelotas... Todo sigue en silencio en el pasillo de entrada. Abril, mayo, junio... Los peques se han movido; el calendario, fijo en marzo. No están y a estas alturas ni se les espera.

El rincón del aburrimiento nunca tuvo mayor gloria... Los flamantes experimentos cristalográficos de la clase de Ciencias pasan sus 'lunes al sol' en un estante olvidado del laboratorio. Cañones y pizarras digitales; apagados. En los cajones aparecen folios manuscritos que piden a gritos despertar de la pesadilla. La última fila de la clase añora el murmullo de los tres rebeldes chistosos. Un clásico. Con el curso finiquitado, hasta el aula se ha acostumbrado al silencio.

El vacío de la NADA adquiere tintes espectrales en el Aula de Arte, convertida en la quintaesencia de la creatividad congelada. Las obras acabadas lucen sus mejores galas en el lienzo de pared que da al patio interior. Por ahí andan también los trabajos de 'Visual Arts' de los estudiantes de Secundaria. Arte inerte. Las pinturas han tenido que ser reconstruidas al otro lado de la pantalla.

¡Ayyyy... Siempre nos quedara la Tecnología! No hace falta irse a París. Cansina, alabada por unos, denostada por otros; frivolizada, inquietante, chirriante, molesta, chillona, incordiante. Sin embargo... ¡Suerte que estaban las pantallas para pixelizar el conocimiento! Nos guste o no, han sido los ojos, la cara, la voz y el vehículo de pensamiento de miles de docentes que, por suerte, ya contaban con 'blink', classroom y programaciones digitales engrasadas. 'MagiaTech', pero solo para unos pocos. Ríos de tinta virtuales que nos han mostrado que todo es posible incluso fuera de Venecia. Horas y más horas de cables; riñones digitales. Un cambio de 0 a 100 en un puñado de días, en unas cuantas semanas. Una reformulación didáctica de récord que, pese a todo y más allá de la ficción, no ha cubierto los afectos, contactos, charlas y empujones de pasillo.

Lo hecho, hecho está. Matrícula de Honor más allá de la burocracia oficial. Por desgracia no todos han llegado ni muchas de las comunidades educativas se han podido adaptar. No había medios, era imposible porque casi todos se queda en el camino. En el camino de unos cuantos, eso sí. Las 'vergüenzas' digitales han quedado al descubierto y los que siempre están han sido los que han dado la cara. Hasta aquí, todo correcto, pero ya va siendo hora de retomar los patios donde los dejamos. Hay ganas de tachar, borrar, sobreescribir, charlar y hacerse el loco en los cinco minutos previos a la siguiente hora.

Tras la resaca veraniega de bares, fiestas, playa, discotecas y 'salones piano' para turistas con mascarilla pero sin PCR's, tendremos que hacer recuento de daños, enfocarse al presente y caer en la cuenta de los cientos de miles de pequeños, jóvenes y 'pre mayores' a los que habrá que volver a mirar a los ojos -ya sea en grupos de 15, 20 o 25 con o sin carpas exteriores, con o sin desdobles, con o sin 'grupo burbuja', con o sin saludos en codo... - y decirles a la cara que, pese a llenarnos la boca con planes de futuro para su futuro futurible, fueron los últimos en ser tenidos en cuenta...

-«En realidad, todo pasó en suspiro», dirán...

Lástima que no voten.