Ustedes dirán que el título podría ser una aliteración. Y tendrían razón. Confieso que sigo con una creciente inquietud las noticias que llegan de los Estados Unidos de América, país que conozco bien y que en muchos aspectos siempre he apreciado. Donde además tengo a algunos de mis mejores amigos. A los que siempre deberé buenas enseñanzas y muy buenos recuerdos. El 17 de julio leí en el cada vez más imprescindible Washington Post un artículo de opinión muy importante. ‘The Great American Crackup is underway’ (El Gran Desmoronamiento Americano está en marcha). Es un escrito de gran calado político, de los que inmediatamente hacen historia. Lo firma un insigne columnista estadounidense: Dana Milbank. Se le nota a Milbank que su alma mater fue la Universidad de Yale, en la que se graduó cum laude en Ciencias Políticas. Todavía en su juventud, puede presumir del aval de una carrera brillante en la que destaca la publicación de tres libros muy importantes. Entre ellos, ‘Homo Politicus’, un muy aclamado best-seller. Fue publicado por Doubleday en 2008. Por supuesto, no es ésta la primera vez que cito a Dana Milbank. Estoy seguro que tampoco será la última.

Se enfrentan mis amigos norteamericanos a un horizonte que comienza a ser alarmante. Con la toxicidad diaria que aporta a sus funciones un presidente Trump que ya ha roto sus amarras con la decencia y la inteligencia. Ya dejó atrás el magnate inmobiliario convertido en belicoso caudillo el récord de las 20.000 mentiras presidenciales. Todas ampliamente comprobadas y documentadas. Con su otrora admirable país cada vez más dividido y desmoralizado. Y con la mitad de la población abandonada a su suerte en el estado más rico del planeta, donde muchos americanos intentan lidiar sin la cobertura de una mínima seguridad social a un enemigo tan diabólico como escurridizo: al que conocemos como el coronavirus que llegó de China.

Ya se anuncian una buena y también una mala noticia en el destacado del artículo de Milbank, tal como lo pueden encontrar en la hemeroteca del Washington Post: según el columnista, «Los estadounidenses no están ahora más locos que en el pasado. Pero ahora viene la mala noticia: por primera vez en nuestra historia, un presidente y un partido político importante han convertido la paranoia en un arma, con consecuencias desestabilizadoras». Me permito traducir también este otro párrafo: «En 2018 Bob Woodward nos transmitió la opinión que le merecía el presidente Trump al entonces jefe de personal de la Casa Blanca, John Kelly. Le falta un tornillo, decía John Kelly. Vivimos en Crazytown, la ciudad de los locos». Bob Woodward es una institución en el Post. Él y su colega Carl Bernstein destaparon el escándalo del Watergate. Su trabajo periodístico de investigación en los años setenta obligó al presidente Richard Nixon a tener que renunciar a una presidencia de la que no era digno. Continuemos navegando por el texto del maestro Milbank: «Dos años después, nos sentimos como si todo el país residiera en el Área Metropolitana de la Gran Ciudad de los Locos. En Provo, Utah, esta semana, unos airados manifestantes ataviados con indumentarias trumpianas, cabreados por el uso obligatorio de las mascarillas, irrumpieron en la reunión de una comisión de gobierno del condado, forzando su anulación».

¿Una segunda Revolución Americana? Quizás. Eso sí. Por el momento parece que sin antorchas ni camisas pardas. Dios sea loado. Confiemos en el valor, el excelente olfato y la integridad moral de los buenos y valientes periodistas norteamericanos.