Con mis impuestos, no

Somos ya más de ocho de cada diez españoles, y en proporción creciente, como nuestro nivel educativo, los que, como nos negaríamos a que con nuestros impuestos se financien salvajadas tales como las peleas de perros o de gallos, rechazamos de plano, y con más razón, unas corridas aún más crueles. En efecto, en ellas no sólo se torturan y matan siempre seis hermosos toros, sino que, de vez en cuando perece en la arena, como los gladiadores romanos, el mismo torero. El colmo es que tras su muerte llenan más las plazas de toros, macabra señal de lo que en el fondo también mueve a asistir a su respetable público. De ahí que hace ya tiempo un gran Papa, el de Trento, Lepanto, etc., San Pío V, prohibió esta variedad tan cruenta de corridas de toros, denegando la sepultura eclesiástica, como a suicidas, a quienes murieran en ellas, suprimiéndose entonces en Italia, Portugal y parte de Francia. Hoy, no sólo los cristianos, sino toda persona con sentimientos humanitarios apoya a un Gobierno que, como el actual, se niega a sacarnos el dinero para dárselo para dárselos a esos aficionados a la tortura y muerte de seres vivos, que todavía intentan intimidarnos con múltiples manifestaciones para que todos tengamos que seguir subvencionando esa vergüenza de España.

José María Grandes Menéndez. Madrid