Todo el esfuerzo de varios meses de confinamiento -con 28.432 muertos oficiales (se calcula que podrían ser casi el doble) y la paralización de la economía con pérdidas millonarias y muchas empresas en riesgo de desaparición (al principio de la pandemia se calculaba unas 240.000)- aparentemente tirado por la borda durante estas últimas semanas. Grotesco. Una ley matemática bien conocida dice que no se puede pasar continuamente del 0 al 100 sin haber pasado por el 50. Con los datos actuales -tomando como nuevo origen el pasado 20 de Junio del 2020 cuando teníamos alrededor de 200-300 infectados diarios- hoy tenemos diez veces más (en torno a 2.500). Esto supone que estamos ante una segunda ola de unos nuevos 40 a 60.000 contagios que remitirá, si lo hacemos bien, a mediados-finales del mes agosto. Si lo hacemos mal ya podemos empalmar de modo continuo con la campaña de la gripe. En breve se incrementarán las muertes. Las principales regiones afectadas son las hortofrutícolas y algunas regiones turísticas. Destaca Cataluña con más 1.100 infectados diarios pudiendo llegar a los 1.400, Rioja (750-850), Aragón (310-340), Madrid (200-500), Euskadi (140-180), Valencia (120-200), Andalucía (100-130) y Navarra (90-110). Los motivos parecen claros: las deficientes condiciones de trabajo de los temporeros de la fruta, y el ocio nocturno descontrolado con ausencia de medidas de protección individual, entre otros. La situación es muy preocupante y no entiendo que se dude de si se trata de una segunda ola o de un rebrote. Dragón o cuélebre, ambos echan fuego por la boca.

Una pandemia es un proceso espacio temporal cuya amplitud no es la misma en todas las provincias del estado y posee un carácter temporal. En todo este tiempo no hemos sido capaces de apagar el incendio y algunos siguen jugando con las brasas. No podemos pagar justos por pecadores, con lo cual se deberá decretar el estado de alarma donde proceda y sancionar duramente a aquellos saltimbanquis que están mandando todo nuestro esfuerzo colectivo «a la merde», sean estos agricultores, discotequeros o proxenetas. Lo de Cataluña es vergonzoso. Si esa es la manera por la que los nacionalistas quieren ganarse el respeto de la ciudadanía, «estem preparats». Finalmente, ahora que se acrecientan los problemas se vuelve a oír el silencio de las loas. Con Don Simón o sin él, la falta de predicción y de entendimiento es asombrosa. Igual van a tener razón los frugales: «Wir sind eine Band», que quiere decir, que somos una banda. ¡Payo, yo también dudaría en prestarles el parné!