Hay dos tipos de series «realistas»: unas tienen un hilo conductor de personajes pero una historia por episodio, y otras estiran hasta lo imposible una sola historia a lo largo de la temporada, o de varias. Las de este tipo, cuyo icono-madre sería Twin Peaks, incluyen, para hacer del espectador un sectario («fidelizarlo») ingredientes muy adictivos basados en fuertes descargas de adrenalina en dosis calculadas en laboratorio. Con frecuencia la dosis se obtiene triturando la propia lógica de la historia, sacando jugos del destrozo e inyectándolos. Algo parecido a la alimentación a base de desechos cárnicos (origen de las vacas locas) o a la compra de empresas (no de productos) para estrujarlas y consumirlas. Nada de esto acabará bien, así que cuando en una serie se cargan la narración para que el fogonazo nos deslumbre con el pulgar doy el off y con el corazón hago la peineta.