Si la RAE hubiera sospechado que la supresión de la tilde en solo (adverbio) provocaría casi un cisma en su iglesia quizás no lo habría hecho, pero ahora deberá mantener el tipo, pues al final lo importante es saber quién manda. Lo que sí debería es reflexionar sobre los motivos de que la rebelión antiacadémica se haya producido justo en esa palabra. En mi opinión, el escritor, en su fuero más íntimo, querría que solo (adjetivo) siguiera solo, y, se quiera o no, al compartir grafía con solo (adverbio) la soledad ya no es plena y total. A fin de cuentas la condición de escritor consiste sobre todo en estar solo, mirando, pensando, escribiendo (a veces por ese orden, a veces al revés), y la RAE le ha puesto al lado el adverbio sin guardar la debida distancia. Es más, esa soledad del escritor es muchas veces su razón de ser, o sea, uno se hace escritor para estar solo sin que lo molesten.