El dirigente de Vox Santiago Abascal anunció en el Congreso la presentación en septiembre de una moción censura contra el gobierno de coalición que preside Pedro Sánchez. A falta de saber si será el propio Abascal el que ha de postularse como candidato alternativo a la presidencia, la iniciativa fue calificada de maniobra meramente propagandística, porque el partido de extrema derecha no cuenta con otros apoyos parlamentarios que los de su propio grupo (52 diputados) y eso queda muy lejos de la mayoría necesaria.

En los escaños del PSOE, el anuncio fue acogido con gestos de risueña extrañeza y tanto la portavoz, señora Lastra, como el presidente, señor Sánchez, aprovecharon su turno para interpretar maliciosamente que el verdadero destinatario de la moción era el líder del PP, señor Casado. O dicho de otra manera, que la extrema derecha española aprovecha el recurso que le brinda la Constitución para dejarse ver ante el electorado como la derecha valiente que planta cara al gobierno social-comunista, en vez de la «derechita cobarde» que actualmente encarna el PP (una expresión, esta de «derechita cobarde», que no gusto nada a don José María Aznar, que en una comparecencia pública dijo con gesto hosco que a él nadie se atrevía a decirle eso a la cara).

Nadie duda que el señor Abascal, si finalmente es él quien encabece la moción, hará en el Congreso un repaso muy negativo de las actuaciones del Gobierno al tiempo que señala las debilidades y complacencias de la oposición. Es lo normal. Una moción de censura, aunque no tenga efecto práctico alguno, siempre da pie a enseñar el tipo y a postularse como solución para los males de la patria. Por otra parte, antes hubo otras con parecidos propósitos. Que yo recuerde Felipe González, Hernández Mancha, Pablo Iglesias y Pedro Sánchez utilizaron el mismo recurso, si bien solo prosperó en el caso de la presentada por Pedro Sánchez contra Mariano Rajoy, que precisó de una amplísima coalición de censores de los mas diversos pelajes ideológicos para desalojarlo del poder.

Septiembre está a la vuelta de la esquina y pronto tendremos la ocasión de confirmar cual era el objetivo real de Vox, fuera de acaparar por unos días la atención preferente de los medios. Aunque no faltan quienes interpretan en otra clave la moción de censura. Según ese sector de opinión, la figura de Abascal goza de la simpatía política del secretario de Estado de EEUU, Mike Pompeo, cabeza visible de la agresividad comercial de Washington contra China, el país que le disputa el liderazgo mundial en la innovación tecnológica. Un desafío ambicioso ya que pretende convertir lo que era hasta ahora la gran fábrica mundial de productos baratos en punta de lanza de la robótica o de la biotecnología. El presidente Trump ha señalado a la China comunista como el enemigo a batir y no pierde ocasión de manifestarlo. Ni él ni Mike Pompeo, al que algunos señalan como protector político de Abascal. Eso explicaría las intensas críticas que el líder de Vox dedica a China y a los chinos en sus intervenciones parlamentarias. Parecían excéntricas y fuera de lugar pero pueden tener causa.