¿Cuántos mayores habían oído hablar hasta hace poco de Tik Tok, una aplicación digital de propiedad china que permite crear vídeos musicales de hasta 15 segundos de duración cuyos contenidos hacen al parecer las delicias de los adolescentes y que utilizan además en todo el mundo muchos de esos que ahora llaman «influencers» para difundir publicidad más o menos encubierta entre sus millones de seguidores?

Pues bien, alguien que parece vivir todo el día en ese universo paralelo que son las redes sociales, el presidente de EEUU, Donald Trump, ha utilizado ahora como pretexto la aplicación, que tiene al parecer 800 millones de usuarios, para su particular guerra comercial con el país que parece dispuesto a disputarle la hegemonía económica con el argumento de que se trata de un instrumento de espionaje del Partido Comunista Chino.

EEUU, cuyas empresas tecnológicas nos tienen de un modo u otro vigilados a todos cuantos utilizamos diariamente alguna de esas redes para vender luego nuestros datos, parece de pronto preocupado por el uso que pueda hacer el Gobierno de Pekín con los datos de esos cientos de millones de usuarios de Tik Tok. Si bien lo miramos, pura hipocresía porque no parece ser ésa su mayor preocupación.

Casi inesperadamente, esa plataforma juvenil por la que circulan vídeos más o menos estúpidos o divertidos en los que se ve a la gente bailando o haciendo tonterías, se ha convertido, por razones sobre todo estratégicas , en manzana de la discordia entre los dos países. Lo cierto es que con su aplicación, descargada dos mil millones de veces, Tik Tok hace una competencia feroz, por ejemplo, a You Tube y eso es lo que más a los políticos norteamericanos.

De nada le sirvió a la empresa propietaria, la china ByteDance, anunciara el nombramiento como nuevo director general de un ciudadano norteamericano o la construcción en territorio norteamericano de un centro de transparencia o prometiera la creación de miles de puestos de trabajo en ese país. La Casa Blanca de Trump ha amenazado con prohibir Tik Tok en Estados Unidos, país donde ByteDance facturó el año pasado 17.000 millones de dólares.

Lo cual haría las delicias sobre todo de Mark Zuckerberg, el propietario de Facebook, que se quedaría así con un rival menos. La estrategia del joven empresario estadounidense ha sido siempre comprar a los competidores antes de que se volviesen demasiado poderosos, lo que hizo ya, por ejemplo, en su día con Instagram y Whatsapp, o copiar las ideas de otros, en el caso de no conseguirlo.

Así, Zuckerberg ha pasado al contraataque con Reels, lanzando a través de Instagram un nuevo formato llamado Reels, que permite también crear, editar y difundir vídeos cortos de hasta 15 segundos, como los de Tik Tok, y que está de momento disponible en 50 países.

Mientras tanto, la Casa Blanca ha dado a la empresa china un plazo de gracia de 45 días, es decir hasta mediados de septiembre para que venda su negocio en EEUU a alguna empresa de ese país, algo en lo que parece interesado sobre todo Microsoft, a la que se ha sumado últimamente Twitter, bajo la amenaza de prohibirla en caso contrario en ese territorio.

"Estados Unidos se vale del pretexto de la seguridad nacional y utiliza el poder estatal para deshacerse de las empresas no norteamericanas", criticó por boca de un portavoz el ministerio de Asuntos Exteriores chino.

Lo cierto es que, además de en Tik Tok, el Gobierno de Donald Trump tiene la vista puesta en otra aplicación china, la llamada Wechat: la Casa Blanca publicó ya un decreto por el que se prohíbe a las empresas estadounidenses toda colaboración con la china Tencent, que desarrolló esa aplicación que ofrece servicios de mensajería y llamadas gratis, además de posibilitar el comercio electrónico.

Washington argumenta también en ese caso que Wechat, que no tiene ni mucho menos la popularidad de Tik Tok en Estados Unidos aunque la utiliza sobre todo la comunidad china que vive allí para sus contactos familiares tanto en el país de acogida como con el de origen, representa una amenaza para la seguridad nacional de la superpotencia.

Wechat (en inglés «charlamos») es un instrumento sin el cual prácticamente no se puede vivir ya en China: con esa aplicación se puede pagar en todas partes y los participantes en cualquier reunión social o empresarial intercambian contactos escaneándola. Se dice incluso que muchos chinos no conocen a veces el número de teléfono de sus amigos más íntimos, pero sí, en cambio, sus direcciones de Wechat.

En estos tiempos de pandemia es prácticamente imposible moverse por China sin Wechat ya que la aplicación para el seguimiento de los posibles contagios por el coronavirus, que tiene carácter obligatorio, está vinculada a la misma. Y en este caso sí cabe afirmar que las autoridades comunistas chinas controlan todos los movimientos de los usuarios además de estar al tanto de todas sus comunicaciones. ¿Es ése el mundo distópico hacia el que nos dirigimos también, sonámbulos, en Occidente?