En una novela futurista de hace más de un cuarto de siglo mucha gente vivía en caravanas que recorrían las autopistas, evitando por seguridad salir de estas. Las autocaravanas invaden este verano todos los espacios disponibles, y hasta los no disponibles. El fenómeno responde sin duda a la misma tendencia del regreso a casa, al encierro en el núcleo familiar estricto, en este caso bajo versión rodante. No es por ahora, ni mucho menos, un proceso semejante (en sentido inverso) al del abandono de las cavernas en las primeras etapas del neolítico, hace en torno a 10.000 años. De hecho el cambio se vería frenado en seco si en meses se descubre una vacuna de veras eficaz. La aceleración del tiempo histórico es tan radical que pocas profecías superan la caducidad del queso fresco. La ventaja para el profeta a corto es que, si falla, cuando le podrían pedir cuentas la gente ya se ha olvidado.