Como cada año por estas fechas, un servidor aprovecha para escribir unas líneas sobre la feria de Málaga. Es habitual, como es natural, que, al llegar la festividad de la Asunción de la Virgen María, éste que les escribe, reflexione al respecto del modelo nefasto de feria que tenemos asentado en la ciudad.

Hace unos meses, cuando teníamos mucho más miedo que ahora, escribía un tuit a este respecto en el que indicaba que, seguramente, la pandemia haría lo que nadie antes quiso ni pudo: cargarse la feria del Centro. Y así parece que puede llegar a ser. En efecto, no solamente ha ido a la del Centro si no que, en su totalidad, se ha llevado por delante la feria de Málaga 2020.

Pero es posible que, como suceda con la prohibición de fumar en la calle sin guardar la distancia, se aproveche la tesitura y se mantenga la impopular decisión por los siglos de los siglos, agarrándose el que manda a la necesidad de hacerlo por seguridad.

Se la han dejado botando, a la altura del pie y sin portero a Teresa Porras para meter un golazo enorme a un formato que hace más daño que el bien que produce. Es sin duda el momento para replantear una feria que carecía de sentido más allá del desarrollo de un macro botellón multitudinario en pleno Centro Histórico de la ciudad.

Hay que aprovechar que el Pisuerga pasa por Valladolid y quitarse de encima una feria que no es tal cosa y acostumbrarse a un nuevo modelo impuesto por el Ayuntamiento que ordene, defina y sostenga un sistema lógico, respetuoso con la ciudad y abierto a todo el mundo. Y sin duda, éste es el momento.

La crisis económica provocada por la pandemia ha dado una patada en el hígado a los hosteleros y al ocio nocturno -en adelante los de las discotecas- y ante esta tesitura aparece una feria que no es feria y en la que, tras la decisión del Gobierno y las comunidades autónomas, las discotecas deben cerrar sus puertas como es natural y lógico. Y ¿qué sucede? Que los de las discotecas están tirándose de los pelos -como es natural por el cierre- pero usando justificaciones que son perfectamente usables para desmoronar el actual modelo de feria. Y es que, tras la suspensión de los fastos locales, solamente se oyen gritos de lamento de los que van a dejar de hacer caja gracias a la feria. Y son unos cuantos. Pero ahí queda patente que nuestro sistema festivo actual no es si no un gran negocio para unos cuantos, con el interés general en la última fila por delante de muchos.

¿Quiénes se van a ver realmente tristes por no tener feria? Es evidente que serán únicamente los que hacen negocio: los de las discotecas que colapsan casetas y las convierten en sucursales de sus negocios del Centro, concentrando en una semana una actividad casi de 24 horas 'non stop' alternando los locales del Centro y las casetas del Real. Tras ellos las peñas -sí, todavía existen-, que hacen cada año negocio de la manera más cutre. Y es que las peñas siguen recibiendo unos beneficios extraordinarios sobre la feria sin que nadie se lo explique. Reciben y ostentan la propiedad de muchísimas casetas del Real. ¿Y qué hacen en su mayoría? Las subarriendan -seguramente de manera 100% legal- a terceros que hacen negocio con ellas. Ya sea para poner un bar cutre que asa pollos, una discoteca camuflada o la caseta de la empresa de turno que la usa un mediodía para hacer un almuerzo y después aquello es un solano de las marismas toda la feria.

Y lo más gracioso es que se tienen por responsables y sostenedores de la feria. ¿Perdonen? Los que hacen eso lo que son es unos trileros que se aprovechan de la feria que tanto dicen respetar para hacer caja en beneficio de entidades moribundas y que solamente consiguen destruir aún más nuestra feria.

Y pare usted de contar. Ahí acaba el universo de personas realmente afectadas por no tener feria pues, el resto, no va a tener mucha pena.

Los hosteleros seguirán teniendo su ambiente habitual. Muchos, de hecho, podrán volver a abrir durante la semana de feria pues llevan años sin hacerlo por miedo al botellón, los borrachos indocumentados y el nivel nefasto del viandante que hace que se vean obligados a echar la persiana.

Pero este año la cosa cambia. Y parece ser que podremos rememorar la feria sentados en un buen mesón del Centro, o brindando en una buena barra con manzanilla y buen ambiente propiciado por los empresarios clásicos y honestos de nuestro Centro.

Puedes celebrar la 'no feria' tomando unas tapas en la barra de Lo Güeno con manzanilla de Sanlúcar, en la Casa de Guardia con un pajarete y un plato de mejillones o en el Gutiérrez que acaban de abrir en el Palmeral con manojitos de boquerones. Seguro que lo pasarás bien, seguro que el trato será especial y seguro -si quieres- que te podrás beber un buen vino y ponerte piripi si así lo deseas.

Ya llegarán nuevas ferias. Y ojalá el año que viene. Pero quizá aparezca una fórmula mejorada. Con un Centro contenido y elegante. Y un Real habilitado y manejado por familias y asociaciones realmente vivas. Con espacios de diversión para todos: el muy merdellón, el merdellón medio y el menos merdellón. Y también algún rinconcillo para las personas que no lleven chanclas ni tenis, que también pagamos nuestros impuestos.

La cuestión es que no queda más remedio y asumir que no habrá más feria como la vivida hasta ahora. Pero no pasará nada. Porque de lo malo se olvida uno fácilmente. Y los recuerdos positivos que traen para la mayoría la feria del Centro son tan simplones que podrán rememorarlos en un descampado, un solar o en mitad de una calle un día cualquiera sin necesidad de destrozar nuestras calles.

Y si verdaderamente le pasa que echa de menos la feria del Centro, le animo desde esta humilde atalaya a que se esparza por el suelo de su casa varias latas de coca cola -de la clásica con mucha azúcar que se pega mejor-. Seguidamente acompañe al suelo con unos chorreones generosos de Cartojal -con cuidado que no disuelva el suelo para siempre- y seguidamente orine en diversos rincones de su hogar. Cierre las ventanas, no ponga el aire y espere a que el calor y la humedad hagan el resto. Si quiere dar un toque extra, puede presentar los restos de una patata asada en una esquina visible y darle vueltas mientras viste chanclas, pantalón corto, camiseta macarra, sombrero de propagando y abanico de cartón. Si es damisela, puede coronar el asunto con una flor de plástico mal puesta y medio caída en una de sus orejas.

De esta forma tan sencilla, podrá tener el ambiente de la feria que tanto añora a pesar de la pandemia. A ver si le cogen el gusto, y ya lo hacen de esta manera para el resto de sus vidas.

«Málaga la verbenera, como San Fermín en peor, tiene feria de primera, para cualquier merdellón. No vayas a las casetas, que allí hay que pagar, cómprate una camiseta, con un mensaje chuleta y vámonos a mear» -Extracto del himno de la feria. Anónimo-.

Viva Málaga.