Me sorprende la ciudadanía de que los negacionistas del Covid-19 se concentraran sin respetar la distancia de seguridad y sin proteger su rostro con la preceptiva mascarilla. Sería como acudir a celebrar el campeonato de Liga del Madrid a Cibeles con una camiseta del Barça. Estaría fuera de lugar. Para llamar la atención y disponer de un minuto de gloria televisivo tienen que saltarse las normas. Hay negacionistas a los que llaman «terraplanistas» porque rechazan que el planeta sea esférico. Su razonamiento es medievalista pues resulta bastante evidente que la Tierra no es plana. Desde el espacio se contempla nítidamente la esfera azul, por lo que también estos lunáticos niegan que esas imágenes sean reales. En su demencia, creen que la ciencia siempre miente. Los negacionistas del Holocausto consideran que el exterminio de millones de judíos por mandato de los nazis fue un maquiavélico invento sionista. De ser así, parecería que los tétricos campos de Auschwitz-Birkenau, Treblinka o Mauthausen fueron en realidad granjas escuelas o parques de atracciones donde distraer a los retenidos. Lo que preocupa de estos tipos fuera del tiesto no es que nieguen la actual pandemia, que también. Lo peligroso es su dialéctica: la falacia del hombre de paja, que consiste en tergiversar o exagerar el argumento del oponente para hacerlo vulnerable y refutarlo con mayor facilidad. Y convertir así el argumento propio en razonable. Este tipo de falacias son de uso común entre cierta izquierda, cuando defiende que aumentar el gasto militar es apoyar la guerra y desatender la educación y la sanidad. Esos enajenados de Madrid dicen que el virus es un invento y que no hay enfermos en los hospitales. Los profesionales sanitarios ya les han contestado como su insensatez merece.