¿Cuál es el precio de un hombre? Depende de la latitud a la que te encuentres, podría ser una primera respuesta. El actor de origen guineano Emilio Buale lanzó tan recurrente pregunta cuando ayer ya expiraba la rueda de prensa de «Black Beach», película a concurso en esta insólita edición del Festival de Málaga. No sólo resumió mejor que nadie lo que hay detrás del segundo largo de Esteban Crespo, arrancando una sonora vocación, sino que hasta el protagonista principal, Raúl Arévalo, se ofreció a cederle su asiento en primera fila.

A menudo contemplamos desde cómodas butacas lo poco que cuesta la vida de cualquier persona detrás de esas idílicas postales de Río de Janeiro, entre favelas y otros asentamientos inhumanos, o en lugares fronterizos, como la mexicana Ciudad Juárez. Pero tenemos muchísimo más cerca, entre esta nebulosa que impone la pandemia, el drama africano que se nos presenta en cayuco (ayer otras ocho pateras alcanzaron las costas murcianas).

Miramos menos de lo preciso hacia latitudes menores. Hasta falseamos la situación geográfica de las Islas Canarias en el mapa del tiempo, por poner un ejemplo. De la misma forma, tendemos a idealizar ciertos destinos, como Seychelles o Islas Mauricio, distanciándolas de lugares del continente africano que jamás elegiríamos como lugar de descanso. En ese contexto, la industria cinematográfica puede jugar un papel determinante para abrirnos los ojos. Igual que determinados deportistas de elite esconden, bajo su propio envoltorio (el de la notoriedad recién adquirida aquí donde las butacas), historias de superación con las que emocionarnos y, porqué no, redescubrir en origen el verdadero drama migratorio.

Escribo estas líneas sin que haya comenzado otra nueva final lisboeta de la Liga de Campeones (esta vez sin representantes españoles). Y el protagonismo absoluto, sea cual sea el desenlace en el duelo entre Bayern y PSG, lo acapara el jovencísimo lateral zurdo Alphonso Boyle Davies. A él han estado dedicadas portadas y más portadas desde que brillase, junto a los Lewandowski o Müller, en el 8-2 que apeó en cuartos al FC Barcelona.

A sus 19 años, su extraordinario talento dentro y fuera de los terrenos de juego nos ha permitido conocer que no todo está perdido, aunque nacieras en el rincón más olvidado de Accra, la capital de Ghana (precisamente donde se rodó parte de «Black Beach»). Que hay esperanza pese a haber abierto los ojos en Buduburam, el campo de refugiados al que tus padres habían huido en pleno estallido de una nueva guerra civil en Liberia. En ese inframundo creció Alphonso, hasta que con seis años la familia conseguiría visado hacia una vida mejor en tierras canadienses.

A Davies se le compara con Usain Bolt por su zancada. Pero destaca más por su desparpajo, ese que con 14 años le llevó a pedir permiso a sus progenitores para fijar su destino en Vancouver. Quería ser futbolista. Y lo fue pronto. Con 17 ya era internacional y con 18 firmó con el Bayern. El resto, al menos para mí, puro envoltorio.