Sí, ¿cuántos médicos, cuántos enfermeros se podrían contratar por el precio de un caza militar? ¿Cuántas clínicas podrían abrirse para atender a los enfermos? Es la pregunta que plantea un informe de Greenpeace en el que se hace un llamamiento a anteponer a las personas y al planeta al puro afán de lucro privado.

El informe de la organización ecologista, del que da cuenta el semanario italiano L'Espresso, denuncia el hecho de que los países se gasten cada vez más en defensa mientras descuidan la educación y la sanidad, algo que se ha puesto especialmente de relieve con motivo de la actual pandemia.

Llevamos tiempo habituados a la idea de que hay que estar siempre preparados para combatir cualquier amenaza militar externa y la crisis del Covid nos ha demostrado lo poco que estamos en cambio para hacer frente a lo que realmente puede constituir una grave amenaza para la humanidad, afirma Chiara Campione, de Greenpeace Italia, según la cual es urgente «redefinir nuestro concepto de seguridad».

«Si no hemos entendido que hace falta invertir en el cuidado de las personas y basar en ella nuestra futura seguridad, no habremos aprendido nada», sostiene Campione.

El año pasado, los gobiernos de todo el mundo destinaron a gastos militares 1,91 billones de dólares, lo que equivale al 2,2 por ciento del Producto Interior Bruto Mundial.

Ese año, tan sólo Italia gastó en ese capítulo 24.000 millones de euros, es decir, un 1,4 por ciento de su PIB. Para el año en curso, ese país dedicará a defensa 1.500 millones de euros más. Y casi 6.000 millones del total invertido -una cifra récord- serán para la compra de nuevo armamento.

Esos gastos incluyen el coste de 36 misiones militares así como la adquisición directa de material bélico. Los fondos sirven para financiar el desarrollo y la compra de los cazas F-35, las fragatas de la clase Fremm y demás unidades navales previstas por la Ley Naval, además de helicópteros y misiles. Cifras impresionantes, escribe el semanario italiano, sobre todo si se comparan con un sistema sanitario, educativo, laboral y económico que se desploma como un castillo de naipes.

Es sólo una cuestión de prioridades: si el Gobierno decide invertir en un bien o un servicio determinado, le quedará menos dinero para otros que son acaso más beneficiosos para la comunidad aunque no para los intereses de lo que el presidente de EEUU Dwight Eisenhower calificó críticamente en su día de «complejo industrial militar».

Según un estudio del International Peace Bureau, un submarino nuclear de ataque estadounidense de la clase Virginia cuesta en torno a 2.800 millones de euros, aproximadamente el precio de 9.000 ambulancias.

Con lo que cuesta una fragata de la clase Bergamini podría pagarse el sueldo de 10.000 médicos durante todo un año y los 89 millones de dólares que se necesitan para adquirir un caza F-35 se cubrirían 3.200 camas de terapia intensiva.

Italia, escribe L'Espresso, no sólo aumentó el gasto militar sino que recortó entre 2010 y 2019 la partida destinada a sanidad pública en 37.000 millones de euros, más o menos la misma cantidad de la que se beneficiaría el país en caso de recurrir al Mecanismo Europeo de Estabilidad, polémico por la condicionalidad de sus ayudas.

Todo ello explica el hecho de que Italia disponga de sólo 3,2 camas de hospital por cada 1.000 habitantes, por debajo de la media europea, que es de 4,7 y muy lejos de las 8 camas por 1.000 habitantes que tiene Alemania.

No están mejor las cosas en lo que respecta a la educación, a la que Italia dedica sólo un 7,9 por ciento del gasto público, lo que la coloca en el último lugar de la lista europea. Italia se encuentra ahora con centros escolares en los que es imposible mantener la distancia de seguridad durante la pandemia.

Una propuesta de Greenpeace es que se aprovechen para actividades docentes los cuarteles y otras instalaciones del Ministerio de Defensa, que dispone de un vasto patrimonio inmobiliario integrado por infraestructuras y áreas administrativas en uso.

El Gobierno de Roma ha decidido dedicar al sector educativo 1.400 millones de euros, menos de la mitad de lo asignado a la compañía aérea Alitalia, pero, según el sindicato de enseñanza, si se dividen las clases en Infantil y en Primaria, harían falta 110.000 suplentes, lo que costaría 3.000 millones.

Varios renombrados economistas, entre ellos el premio Nobel Joseph Stiglitz y el británico Nicholas Stern, consideran que la salida de la pandemia puede ser una ocasión histórica para invertir en nuevas medidas sostenibles desde el punto de vista ecológico al mismo tiempo que generadoras de beneficios.

Según la Global Commission on Adaptation, creada por el ex secretario general de la ONU Ban Ki-Moon, si los 1,9 billones que gasta el mundo en armamento se invirtieran en cinco sectores claves para reducir los efectos del cambio climático, en sólo diez años se obtendrían beneficios del orden de 7,1 billones. Si la ecología no convence a quienes sólo piensan en el negocio, está también la economía.