Confieso que esta mañana me pedía el cuerpo el escribir en clave positiva. Quizás por haber leído anoche que en Singapur unos científicos observan fascinados la evolución - quizás beneficiosa - de una posible mutación del virus de la Covid-19. ¡Dios sea loado si así fuera! Esto me animó a recordar a grandes amigos de España, a los en más de una ocasión injustamente hemos olvidado. Menos mal que en esta bendita tierra siempre fuimos afortunados en el arte de tener y conservar buenos amigos. Sobre todo por la calidad humana de la mayoría de ellos. Especialmente la de aquellos venidos de otros países. Muchos de ellos decidieron vivir entre nosotros. Llegaron a conocer muy bien nuestra cultura, nuestra historia y nuestra lengua. Compartiendo como buenos y civilizados convecinos nuestras costumbres, nuestros paisajes humanos, y los otros. Disfrutando de nuestras hospitalarias ciudades y de nuestros pueblos, siempre entrañables. Es innegable que dedicaron con generosidad a España -en no pocos casos su segunda casa- su trabajo, su afecto, su erudición y su entusiasmo por lo nuestro.

Dedico hoy este modesto texto a uno de aquellos personajes: el neoyorquino Arthur Stanley Riggs (1879-1952). Fue un magnífico escritor e historiador. También fue un distinguido marino. Colaboró con brillantez como columnista en el New York Times. Además de editor de 'Art and Archeology', la revista de la prestigiosa Archeological Society norteamericana. Dentro de una importante obra escrita, destacan sus biografías dedicadas a Velázquez y a Tiziano. También sirvió con honor y distinción a su país en la marina de guerra. La que le honró, durante la Segunda Guerra Mundial, dando su nombre a uno de los Liberty Ships que en aquella contienda liberaron al mundo del fascismo: el USS Arthur Riggs.

'The Spanish Pageant' es una obra espléndida, fruto de su amor a España. Conservo como un tesoro ese hermoso volumen de 416 páginas, tan bien ilustrado como encuadernado. Nos fue conociendo Riggs a lo largo de tres fecundos viajes: en 1906, 1910 y 1927. Lo terminó de escribir en el pueblo sevillano de Mairena del Alcor el 13 de julio de 1927. En el prólogo nos contó que llevaba veinte años deseando escribir sobre España y los españoles. Sus peregrinaciones, sus lecturas y el estudio de nuestros saberes y sabores, le consagraron como un gran hispanista.

Desearía copiar para el lector estas líneas de la página 394 de 'The Spanish Pageant', escritas hace casi un siglo. «No soy pesimista sobre el futuro de España. En primer lugar, por esa capacidad de resistencia y de paciencia que le ha permitido a ese pueblo resistir y soportar a través de los siglos la opresión, el desgobierno, la confusión y la dureza con las que el paso de los años y algunos extraordinariamente ineptos gobernantes lo han castigado». Podía ser hoy un párrafo entresacado de las páginas de opinión de muchos periódicos españoles.

En 1927, Arthur Stanley Riggs fue invitado a una audiencia por el entonces Rey de España, Don Alfonso XIII, el bisabuelo de nuestro doblemente admirable Rey actual, Don Felipe VI. Tuvo ésta lugar en Santander, en el palacio de la Magdalena. Sorprendieron a Riggs muy gratamente la simpatía y la sencillez del monarca. Igual que lo avanzado de sus ideas y el afecto que sentía por su pueblo. Según Riggs, parecía ser Don Alfonso un brillante y animoso hombre de empresa norteamericano y no el heredero de una de las monarquías más antiguas de Europa. Rubrica el autor el final de su libro con estas palabras en castellano, a las que cito: «VIVA ESPANA!». Es obvio que nuestra 'Ñ' no estaba muy disponible entonces en el pujante mundo de las imprentas estadounidenses.