Por primera vez en su historia, el Festival de cine de Málaga se ha enfrentado a una edición extraña. Como todo en esta vida actualmente, se deben recomponer de la manera que sea y ellos, los que organizan, han decidido que era bueno celebrar la edición de este año a pesar de la situación adversa.

Y así ha sido, con algo que bien pudiera asemejarse más a la realidad de lo que debería ser este tipo de asuntos: Profesionales, productores, películas con sus gentes y poco más.

La eliminación de la alfombra roja ha sido un elemento clave a la hora de valorar por dónde debería ir la historia siempre pues, un hotel, ha sido el que ha acaparado los encuentros ante las escuetas cámaras que cubrían el asunto.

Cosas de la vida, quien nos iba a decir que un hotel importante de Málaga podría asumir un festival de cine en la segunda quincena de agosto. Pues nada, ahí lo hemos tenido para celebrar la fiesta del cine en español.

Quizá esta prueba haya servido para analizar todo bien y sacar conclusiones de cara al futuro. En primer lugar, sería interesante saber hasta qué punto el festival es para la ciudad o la ciudad para el festival. En este sentido, bien pudiera parecer que esta cita no es más que un hito más en el calendario creado en un laboratorio para la new Málaga que se cocinaba hace años y que hoy tenemos por delante. Sin embargo, en la edición de este año, ha quedado demostrado que el negocio cinematográfico español ya mira a nuestra ciudad con ojos de importancia y respeto.

El resultado ha sido positivo y quizá hubiera que saber si resulta rentable o no para la ciudad a efectos prácticos un festival como el de este año sin tanto festín y si el nivel de la cita está reñido con la pompa y el boato. Hay quien pudiera pensar, incluso, que el nivel cinematográfico cambiaría de rumbo si el festival restara chavalería y publicidad comercial frente a un espacio de puesta en valor de un producto cinematográfico distinto.

En otro orden de cosas, la ciudad tuvo por delante la tarea de mostrar a la ciudadanía de qué manera favorece a nuestra ciudad esta cita del cine español pues mucho se sorprenderían de lo positivo que resulta para Málaga. Actualmente, cualquier cosa que se haga vendrá caída del cielo, pero si se trata de un producto que intentan copiar en varias capitales españolas y que cuenta con el respaldo de la industria cinematográfica nacional, cambia mucho la película -nunca mejor dicho- para nuestra ciudad.

Es cierto que muchos, ante la celebración del festival este año, querían conocer los motivos que llevaban a la organización a celebrarlo sí o sí. La obligación de cumplir con algunos patrocinadores o simplemente por trasladar un mensaje de tranquilidad a un sector duramente afectado estaban en las quinielas del asunto, si bien, con tras la celebración de la misma, queda patente el éxito del asunto en modo boutique.

En cualquier caso, el festival ha sabido a la perfección amoldarse a las circunstancias pues, mientras los bares están cerrados, los restaurantes no pueden abrir hasta tarde y se recomienda no juntarse más de diez personas, no era de recibo ni el más mínimo chispazo de realidad paralela. Y así ha sido. Con una celebración controlada y discreta. Con el negocio peliculero por bandera y sin el jolgorio verbenero al que nos tenían acostumbrados.

Con el número de infectados por coronavirus subiendo que da gusto, los colegios con una incertidumbre enorme y una cascada de negocios que vuelven a cerrar porque están enfermando -en todos los sentidos-, ha sido ejemplar la respuesta del festival y su organización pues ha quedado patente la seriedad de la cita sin mayor pretexto que el propio de celebrar encuentros y presentaciones con todas las medidas de seguridad pertinentes.

Hay que estar a favor de que el mundo siga. Necesitamos que la cosa avance. Y hay asuntos que para muchos sí son prescindibles de momento pues, el trajín de personas, las rebujinas sociales y la proyección de irrealidades siempre puede esperar, pero no es el caso del cine. La cultura es una necesidad de todos y ejemplos como el de Málaga no hacen sino volver a demostrar que es del todo justo que se respeten, promuevan y celebren actividades culturales siempre que cumplan con los protocolos de seguridad.

Queda aún por ver cómo se comporta el mercado del cine y si el sector entiende que Málaga se merece mayores atenciones pues su rigor es elevado y ha quedado patente en este año en el que, aquello que se hace, se sabe que tiene un gran esfuerzo detrás. No sabemos si el resto de los festivales cercanos se comportarán de igual manera o directamente darán el año por inhábil. La cuestión es resistir. Ya sea celebrando algo o no haciendo nada.

Málaga y su cine han sacado músculo y a pesar de los pesares, ha demostrado que tiene pulmón para resistir esta pandemia de la que aún no vemos el final y, en algunas ocasiones, parece que aún nos encontramos en la introducción y presentando a personajes.

Que se levante el telón por siempre en nuestra ciudad. De película.

Viva Málaga.