Conviene insuflar ánimo pero una cosa es el ejercicio de fe y otra distinta los brindis al sol de este Gobierno. En las actuales circunstancias, "España puede" suena a sarcasmo, teniendo en cuenta que el ritmo diario de contagios por coronavirus se ha multiplicado en agosto y mantenemos el récord continental de descontrol de la pandemia. Cuando, además, se está destruyendo más empleo que en cualquier país europeo. Nadie explica porque nos resulta imposible levantar cabeza y, sin embargo, Sánchez saca de nuevo pecho para alimentar esperanzas que la realidad de su gestión se empeña en derrumbar cada día. Efectivamente hay que arrimar el hombro, pero la superación de la crisis económica y social no se logra solo con "relato", sino de modo riguroso y a través de los hechos. Da la impresión de que el nuevo clima de unidad que pregona el Presidente, reaparecido tras sus vacaciones, forma más parte del tacticismo y de la urgencia de quien antepone el marketing y las escenificaciones a la verdadera política, aunque comparezcan ante él los empresarios del Ibex para intentar evitar ilusoriamente que no los frían a impuestos. Tampoco debería asombrarnos; es la especialidad del trilero que preside un gobierno alejado de la credibilidad y que vuelve a jugar su suerte con audacia. Sospecho que la unidad que invoca "España puede" -lamentablemente lo vamos a comprobar enseguida- es un reclamo dirigido a incriminar al adversario y primar el mensaje cesarista sobre la unidad, el diálogo o el pacto nacional. Lo pide el mismo que ha sido incapaz hasta el momento de aprobar un presupuesto. ¿Ha hecho algo Sánchez en favor del proyecto común de los españoles que permita confiar en él como el líder de la reconstrucción nacional? Me temo que no, ojalá esté equivocado. Si repasan la cronología entenderán el riesgo que conlleva imaginarse concitando unidad al político que se ha caracterizado por alimentar la división de los españoles. Aun en circunstancias tan particulares.